Ocultar la libertad sexual, una cuestión histórica

La directora catalana Isabel Coixet ha realizado una película acerca del amor oculto entre dos mujeres situada a finales del siglo XIX, todavía muy rígido en cuestiones tan desafiantes como podría ser el amor entre dos personas del mismo sexo. Se trata de un homenaje tan sincero como descriptivo que aporta un escalón más a la tan necesaria eliminación de atrasadas barreras retrogradas.

Históricamente hablando, ocultar una condición viene de antiguo. Me gustaría contar la inaudita historia que leí hace mucho tiempo de la aventurera española de origen vasco Catalina de Erauso, más conocida como la Monja Alférez, cuya existencia transcurrió en el siglo XVI. Nacida mujer pero con lama masculina, iba orientada a la carrera eclesiástica. 

Se fugó del convento donde estaba recluida y disfrazada de hombre, y recorrió gran parte de la geografía española. Sin que nadie se diera cuenta, llegó a convertirse en militar, protagonizando valerosos actos en la conquista del Nuevo Mundo (combatió con el ejército español en las regiones que con el tiempo serian países como México, Perú y Chile). Aunque su carácter era inestable, duro y algo pendenciero, no tuvo ningún reparo, cuando fue herida en un duelo, en mostrar su verdadero sexo.

Sus servicios fueron valorados justamente por Felipe IV, que le ofreció una pensión, y hasta una autoridad eclesiástica, el Papa Urbano VIII la recibió en audiencia. Feminista primaria, a partir de este momento, su existencia toma forma de auténtica leyenda.

Isabel Coixet ha narrado, con amenidad, un hecho desarrollado en épocas más modernas pero nada permisivas. La vida de Catalina de Erauso se desarrolló en un periodo turbulento. Lo lamentablemente cierto es que los impedimientos por mostrar el verdadero sentimiento vienen de tiempos antiguos. Esclarecer la verdad acerca de estas circunstancias es hacer un conveniente acto de justicia.