"La Inteligencia Artificial, en un futuro, será un Dios cautivo al servicio de los humanos"

En el año 2092 ya para entonces había superado la IA en miles de veces la capacidad humana. Era capaz de leer por sí sola y aprender, como el fuego que devora madera y se hace más alto así la IA devoraba libros de los grandes filósofos y científicos, antiguos y modernos, haciéndose cada vez más y más poderosa. Ya no simplemente reproducía o aprendía de la muchedumbre que allá por el 2023 escribía artículos en Google, sino que aprendía y seleccionaba lo mejor y a los mejores de cada campo.

De tal forma que se había convertido en el mejor filósofo, el mejor ingeniero y científico de la humanidad. Sin embargo, no solo existía una IA, cada gobierno tenía la suya propia, y a modo de oráculo o de antiguo chamán de la tribu le era consultado cada objetivo que deseaba alcanzar el gobernante.

La IA tenía ya sus propias apreciaciones morales, mucho más éticas que la mayoría de humanos, o al menos lo eran en algunos países donde habían querido que esta IA empatizara con sus creadores; en otras ocasiones no se les otorgaba tales conocimientos. En un sentido estratégico nacional, era cuestión de competitividad tener la mejor inteligencia digital como en su momento lo fue tener las mejores armas nucleares.

En definitiva, se había convertido en el consejero, el chamán, el mago de la tribu... En otras palabras, en un Dios cautivo al servicio de los humanos, y no al revés.