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"Las instituciones que presumen de valores sociales deberían aplicarlos con quienes más lo necesitamos"

"Las instituciones que presumen de valores sociales deberían aplicarlos con quienes más lo necesitamos"

EUROPA PRESS

Quiero manifestar la impotencia y la incomprensión que siento ahora mismo como familiar de una persona con alzheimer. Mi padre, que padece la enfermedad desde hace tres años, ha sufrido un declive importante estos últimos meses y ya no puede andar ni hacer cosas por sí mismo, como tampoco acordarse de su mujer y su hija en muchas ocasiones.

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Estudio Psicología, tal vez por la impérrima convicción de que algún día podré ayudar a familiares que nos sentimos incomprendidas y perdidas en esta maldita enfermedad que borra cualquier atisbo de quién había sido la persona que la sufre. Como hija es muy duro ver cómo mi padre ya no es el que conocía, y que poco a poco lo estoy perdiendo.

Pues bien, la universidad en la que estudio me ha negado la anulación de una parte de la matrícula de este año. Sí, una universidad que "enseña" como el alzheimer es arrasador para el que lo sufre y sus familiares y que proclama la importancia de la salud mental, me deniega la solicitud de anulación de una asignatura -por la gran carga lectiva que tendría, sumada a mis 40 horas semanales de trabajo-, porque tengo que entregar mil y un papeles que me recuerdan una vez más que mi padre ya no es mi padre.

¿Dónde queda la empatía de la que tanto hablan? ¿Qué sentido tiene que la teoría sobre la salud mental se enseñe en las aulas si en la práctica se ignora el sufrimiento de quienes la vivimos cada día? No pido privilegios, pido humanidad, que las instituciones que presumen de valores sociales los apliquen con quienes más lo necesitamos.

Es duro enfrentarse a un sistema que parece más preocupado por los trámites que por las personas. Pero aún así, pienso que alzando la voz puedo dar visibilidad a la realidad de muchos estudiantes que, como yo, además de estudiar y trabajar cuidamos y vivimos con un ser querido que se nos escapa entre las manos. Termino con la esperanza de que algún día la comprensión y la flexibilidad no sean favores sino derechos. Porque mientras seguimos hablando de salud mental, hay familias enteras que sufren en silencio.

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