Tras cuatro décadas, es necesaria una reforma del texto constitucional

Sumergido en la reflexión, en estos días festivos que la Carta Magna, junto a la divina Inmaculadas de la Concepción, nos han concebido, es deber ciudadano el recapacitar acerca de las más de cuatro décadas que han transcurrido desde aquel momento trascendental para emprender la democracia, la aprobación del texto constitucional.

Cuarenta y un años de aquel referéndum que, por mayoría absoluta, daba vigencia a nuestra actual Carta Magna. Cuarenta y un años de la Constitución que algunos juristas y periodistas ya denominan la intocable, pues en su historia, únicamente ha sufrido dos reformas; en el 92, se añadió el sufragio pasivo al 13.2 con el fin de no contradecir el Tratado de Maastricht y, en el 2011, la del bochornoso 135, a través de la cual se establecía que el pago de la deuda pública fuese la prioridad del Estado antes que cualquier otro gasto de los Presupuestos Generales. 

Y como el pasado 6 de diciembre no es solo día de celebrar el aniversario de aquel (hoy envidiable) consenso político que en ese contexto histórico-social se vivió, es deber ciudadano el reivindicar la reforma del texto constitucional, pues "los vivos no pueden estar gobernados por los muertos" y no podemos olvidar que de los siete padres de la Constitución, siguen en vida solo dos.

A pesar de todo, la reflexión se vuelve utópica e idílica si miramos al Congreso y nos cuesta creer que la clase política actual esté a la altura de aquel consenso antes mencionado. Porque no podemos olvidar que, después de cuarenta años de dictadura, fueron capaces de votar el texto constitucional representantes de UCD, PSOE, PCE, AP y la Minoría Catalana. Obviamente que las circunstancias eran otras.