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El Palau de la Música y Robe son incompatibles

Robe Iniesta, en un concert d’Extremoduro al Fòrum de Barcelona, el 2008. / ARXIU / MARINA VILANOVA

Javi Morera
El pasado 12 de junio por la tarde me dirigía al Palau de la Música a escuchar el proyecto en solitario de Robe Iniesta, compositor y cantante de Extremoduro. Tenía expectativas de verme inmerso en un ambiente mágico, nacido del contraste entre el mayor representante del rock en nuestro país y una sala del año 1900 acostumbrada a albergar registros clásicos. Sin embargo, salí de ahí con la sensación de haber estado en un partido de béisbol estadounidense. La incoherencia entre el lugar, el artista y el público tuvo la culpa.
Entretots
El público no estuvo cómodo en el Palau desde un inicio. Muchas personas desubicadas contratacaban la formalidad de la sala con chistes sobre sus ornamentos. Una vez iniciado el concierto las interrupciones fueron constantes entre los asistentes, que se levantaban de sus asientos para ir al lavabo para expulsar las cervezas bebidas antes del concierto, y las llamadas de atención de los acomodadores a las personas que sacaban el móvil para hacer fotos o vídeos. Los fans de Robe siempre habían podido ir al lavabo y hacer las fotos que quisieran. ¿Por qué ahora ya no podían?
Tampoco se sintió cómodo Robe, acostumbrado a tener más distancia con el público. "¡Viva Robe!", se oía gritar a un asistente. "¡Viva!", replicaba la sala. El ambiente de bodorrio seguía: "¡Hoy es nuestra luna de miel!", gritaba una chica. Robe se limitaba a ridiculizar la semejanza del espectáculo con una boda y a blasfemar contra ese tipo de eventos, dejando en ridículo al público que no dejaba de aplaudirle dijera lo que dijera.
Durante las canciones, el público aplaudía descompasadamente y tarareaba las canciones como villancicos, sin atender ni a la letra ni a una música instrumental que rozaba lo divino. Incluso las letras eran contrarias a lo que se veía en la sala: parejas que cantaban abrazadas 'Nana Cruel', canción que habla del horror de una vida en búsqueda del amor. Tampoco se respetaron los silencios ni los inicios de canciones, provocando la desesperación de un Robe que reinició canciones hasta en dos ocasiones.
En su búsqueda de lo prohibido, Robe se topó con un Palau inocente que no le llegó a la suela de sus calcetines (iba descalzo). Sin embargo, y como siempre, como buen guerrero pudo dar la talla.
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