"La educación se ve degradada cuando la política se degrada también"

Un observador imparcial de la realidad cotidiana evidencia en la sociedad actual un gradual deterioro o déficit educacional. Acusada falta de civismo ciudadano. Ausencia de educación financiera. Escasa o nula educación judicial. Insuficiente educación viaria.

Y, por si fuera poco, asistimos a un vergonzoso y vergonzante espectáculo que nos depara la clase política en imparable proceso de penosa degradación del discurso público. En lugar de un enriquecedor y edificante debate dialéctico, respetuoso con el adversario, impera la agria y acerada descalificación personal por sistema, en una incesante escalada verbal en la que se emplean expresiones soeces, chabacanas y tabernarias.

A la inicial tensión y a la crispada polarización sucede el improperio, la zafiedad, la grosería e incluso la agresividad verbal con veladas amenazas. Una violencia retórica vomitiva, detestable.