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Contentos y eufóricos

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Hay 700.000 personas que hoy están contentas. Son las que sancionaron por haberse saltado el confinamiento. Se han enterado de que son muchos, y que es posible que las multas queden sin efecto por defectos formales. Hay también otros muchos sin cuantificar que también están contentos. Son los que tampoco cumplieron el confinamiento y no los pudieron pillar. No solo se han librado del engorro de la sanción, sino que han descubierto que "la mayoría lo hace".

Hay millones de personas que están contentas. No sólo podrán pasear al perro, sino que podrán salir con los niños y niñas, y así podrán salir de ese encierro que ha decretado "el gobierno bolivariano". Cientos de miles de adolescentes podrán ir a la compra y a hacer recados. De paso podrán contarse sus cosas cuando se encuentren en la calle.

Los que tienen una segunda residencia en el pueblo o en la playa, ya ven la posibilidad de "irse al huerto para consumo propio". Están felices. Hasta se vislumbra la posibilidad de que haya fútbol. Además, aunque el virus no tiene vacuna, solo es algo parecido a un simple resfriado para ellos y es posible que estén inmunizados por aquello del contagio asintomático. Jaleados por la derecha van a salir en manada.

Mientras tanto, ocho millones de mayores seguiremos en casa --por nuestra seguridad--. Aislados por la peligrosidad del coronavirus para nosotros, sin más actividad que la aturdidora televisión, con una vacuna en perspectiva lejana porque ya no será rentable. Esto ya no va a colapsar ni las Urgencias de los hospitales ni las UCI y por tanto será una pesadilla a normalizar y olvidar poco a poco por el resto de la población. Va a ser un contagio más escalonado, letal para muchos mayores pero silencioso. Y si estos viejos se ponen muy pesados, a la Residencia. La gerontofobia está servida.

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