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Carta de una lectora: "Machado no dejó nunca de cantar a la primavera"

Carta de una lectora: "Machado no dejó nunca de cantar a la primavera"

La primavera me remite, de alguna manera, a un gran escritor a quien admiro muchísimo, Antonio Machado. Tal vez esa astenia primaveral que suelo tener cuando me adentro en esta estación, me hace buscar los motivos que el gran poeta tenía para hacer de este momento del año un tema constante en su poesía. En su primer libro, 'Soledades', la personifica en una mañana que dialoga con el poeta, recordándole que una vez, hace años, floreció en su corazón.

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Cuando llega a Soria, en mayo de 1907, para desempeñar su cátedra de francés en el instituto, se enamora de una primavera real, la que contempla en los árboles y en las tierras del Duero.

Machado empezó viendo en la primavera un símbolo, la resurrección del amor, para luego enamorarse de una primavera real, la de Soria. Ya nunca dejó de cantarla, de evocarla en sus versos, hasta en sus últimos días, cercana ya su muerte en tierra francesa. Dos años antes de morir escribió un soneto y en los tercetos finales llama a la primavera “niña inmortal” e “infatigable dea” o diosa, porque esta estación reaparece cada año para animar el campo y devolver la esperanza al corazón solitario y necesitado de amor.

Esta frase de Machado simboliza el renacimiento y la esperanza: "Como el árbol viejo, hago sitio a la primavera".

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