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"En enero, la báscula nos recordará el exceso de los atracones navideños"

Un brindis

Un brindis

Las celebraciones navideñas se convierten en un experimento clínico masivo sobre cuánto puede soportar un estómago humano. Personas razonables, que el resto del año cuentan calorías, desayunan polvorones para ir abriendo boca, meriendan canapés, por no hacer un feo, y rematan con tres postres porque son fiestas. Todo empieza con un aperitivo inocente y acaban abrazando el sofá, jurando no volver a mirar a un langostino rayado a los ojos. El hígado pide asilo político, las arterias colapsan de mantecados y el botón del pantalón, o falda, sale despedido.

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Históricamente, los meses de invierno registran el mayor número de defunciones en España: virus respiratorios y estrés térmico se suman a las causas habituales. Pero es en diciembre y, sobre todo en enero, cuando baten récords. ¿Serán los interminables ágapes familiares los culpables de ese pico estadístico? Son ingestas que concentran excesos de sal, grasas y azúcares. Y el alcohol, tan imprescindible como Papá Noel, provocando vasoconstricción, hipercoagulabilidad y mayor viscosidad sanguínea, aumentando el riesgo de trombosis e infartos en personas vulnerables.

En enero, la báscula nos recordará el exceso y juraremos redimirnos después del roscón de Reyes y liquidar las sobras de la nevera. Mientras tanto: ¡Feliz Navidad!

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