Al 2019 le pido: ni una más

Helado. Esta palabra describe cómo me sentí cuando me enteré el lunes, 17 de diciembre, de que habían encontrado un cuerpo en Huelva que coincidía con la descripción de Laura Luelmo. Una joven que empezaba a cumplir su sueño. Tenía tantas ganas que dejó todo atrás, su casa, su familia, su pareja, solo con el fin de educar, ser profesora. No la conocía, tampoco me hacía falta para valorarla.

Tampoco conocía a Diana Quer, ni a Marta del Castillo, ni a un largo etcétera de casos mediáticos que tristemente han copado nuestros medios. Tampoco conocía a las víctimas anónimas que nos han dejado este 2018, 46 para ser exacto, ni a las del 2017, ni a las de 2016. Por suerte, nunca he tenido que lidiar con una pérdida así en mi círculo cercano, pero cada una de ellas, como hombre, me ha despedazado. 

Jamás entenderé qué puede llevar a esto. En unos casos dicen ser celos, en otros no saber asumir un rechazo y en otros, simplemente haber tenido la mala suerte de encontrarse con un depredador. Yo creo que todo es más simple. No eran hombres, no eran personas. 

¿Qué podemos hacer para que esto cese? Educar. A Laura no la dejaron hacerlo desde su plaza por la que luchó años. Evitar debates absurdos, desde el argumento que ataca al hombre por el simple hecho de ser hombre, hasta el que responde a esto con machismos del Medievo, y pensar, reflexionar, actuar. Enseñar y enseñarnos que somos iguales, y, sobre todo, que somos libres y que nuestra libertad termina donde empieza la del otro.

Este 2018 termina y yo solo pido una cosa al 2019, ni una más.