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“Adivina quién viene esta noche”

“Adivina quién viene esta noche”

H. Bilbao - Europa Press

Jordi Querol

Sería bueno desemparejar dos conceptos: el por qué hay ciudadanos que están dispuestos a dejar su país para ampliar la población de otro es el primero y, el cómo se han de adaptar al mismo, es el segundo. La primera respuesta es sencillísima: se trasladan a otro lugar buscando una calidad de vida que su país no les puede ofrecer. Y para contestar el segundo tema pondré un ejemplo: en los barrios acomodados de nuestras ciudades hay más ancianos en sillas de ruedas que niños; sin embargo, ambos tienen a sus cuidadoras. Son mujeres latinoamericanas que tiran de sus sillas y acompañan a sus nietos al colegio. La adaptación de esas inmigrantes no genera ningún problema, su idioma es idéntico al nuestro, el color de su piel es muy parejo, y la religión es la misma o similar.

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Pero, cuando los inmigrantes son de raza negra, el tema cambia radicalmente. El filme de Stanley Kramer, titulado “Adivina quien viene esta noche”, evidenció muy bien el problema de la pigmentación. Una chica de una familia blanca acomodada de San Francisco (EEUU), al presentar a su novio (un médico negro con el que quiere casarse) a sus padres, estos, se sienten preocupados, ya que temen que un matrimonio interracial le pueda acarrear problemas. Lo de los cayucos que llegan a nuestras costas se parece algo a la película aludida, con el agravante de que ninguno de sus pasajeros es médico y no hablan el castellano. Para ayudar a estos jóvenes desconocidos, para mí, la solución debe tener dos fases: primero, un proceso de selección inicial, y segundo, los que puedan quedarse deberían pasar por un periodo de ajuste. De esta forma, al enseñarles nuestro idioma y nuestra historia, descubriríamos sus vocaciones y sus dotes y, así, les podríamos introducir debidamente en los circuitos laborales más adecuados.

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