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Muchas veces describo “el procés” como un tren que se estira, con unos vagones de cabeza que llevan un ritmo más rápido (“tenim presa”) que el de los vagones de cola y el de los pasajeros que pueden incorporarse. Esta tensión entre la “hoja de ruta rápida” y la “hoja de ruta lenta” forma parte de casi cualquier movimiento social y político, y no es mala. Es creativa, constructiva y permite sinergias siempre que algunos de los ritmos no se desacompasen demasiado con la realidad. Si el vagón de cabeza tira más rápido de lo que la realidad y el apoyo social permite, desgarra el tren, si los vagones de cola se mueven más lentos que la sociedad, el proyecto se para.

En este caso los vagones de cabeza del independentismo están acelerando a marchas forzadas, entrando en lo que vulgarmente se llama “hiperventilar”. Vemos artículos escribiendo descaradamente que los catalanes somos mejores, al mejor estilo del nacionalismo más rancio que creíamos desterrado del soberanismo. También se realizan sumas imposibles dignas del cuento de la lechera de regidores y diputados para creer que habrá gobiernos municipales independentistas por todas las ciudades catalanas. Y también vemos dirigentes de entidades sociales del independentismo rompiendo puentes con las entidades soberanistas no independentistas mientras el mundillo hiperventilado les aplaude como locos.

Los hiperventilados creen que por decir lo que desean se va a cumplir, confunden sus sueños con la realidad. Creen que “diciendo lo que ellos piensan y nadie se atreve a decir” invocarán precisamente esa Catalunya que desean. El poder de la palabra, casi místico, cambia la realidad. El poder de las verdades del barquero pero versión estelada hiperventilada.

Nada más lejos de la realidad. Los hiperventilados rompen puentes con la tercera vía, empujando a estos hacia el unionismo rancio. Los hiperventilados generan anticuerpos entre los que no están muy metidos en el mundillo independentista. Los hiperventilados ningunean y ridiculizan las opciones políticas y entidades que están en zonas intermedias de la sociedad en lugar de seducirlas y ver en que partes del camino pueden ser aliados.

Los hiperventilados ponen palos en las ruedas para conseguir la mayoría social, que aún no tenemos, a favor del independentismo.

Si el independentismo actúa de forma hiperventilada no es más que una parodia de sí mismo. Una versión con estelada de los programas españolistas del TDT-party que tan ridículos nos parecen.

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El independentismo podría permitirse el lujo de ser hiperventilado si fuera hegemónico, algo que no es. El independentismo es en el mejor de los casos la mitad de los catalanes y la opción con más apoyo frente a la tercera vía y el unionismo, pero por sí sola aún no tiene la fuerza para provocar los cambios que pretende.

Pero siempre es más cómodo optar por la vía hiperventilada. Es la que más aplausos va a arrancar. Si el objetivo es tener el aplauso del mundo independentista más nuclear, ser un hiperventilado es lo mejor. Pero eso no hace ganar al proyecto político del independentismo.