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"Vivir en una gran ciudad ya no es ningún chollo"

Ojén, en Málaga, un pueblo con cero contagios y cero fallecidos, el 30 de abril.

Ojén, en Málaga, un pueblo con cero contagios y cero fallecidos, el 30 de abril. / JULIA CAMACHO

Guillermo Moya Torres

La crisis del coronavirus ha dejado varias evidencias. La primera fue ver la fragilidad de nuestros ancianos ante una emergencia sanitaria, otra fue la insuficiente asistencia en las residencias y la más inmoral se vio cuando se destaparon las ordenes políticas para que nuestro sistema sanitario priorizara la asistencia a los pacientes con más posibilidades de sobrevivir, dejando a nuestros mayores a su suerte.

Hace muchos años, el vivir en una gran ciudad era garantía de tener grandes hospitales cerca, y con ello una mejor atención sanitaria. De ahí que muchas personas mayores, una vez jubiladas, decidieran quedarse o venir de los pueblos a vivir en grandes urbes. El covid-19 ha desmontado esta teoría, pues se ha demostrado que ha sido en los pueblos donde mejor se han atendido a los mayores, donde surgieron muchísimos menos contagios y donde mejor se ha superado la enfermedad por la calidad de vida en los mismos.

Por si esto fuera poco, ha sido gracias al sector primario y la gran labor de nuestras gentes del campo, que en las ciudades no se han pasado necesidades alimenticias. Vivir en una gran ciudad ya no es ningún chollo. La calidad de vida, los bajos precios de la vivienda, los servicios y la comida en los pueblos no tienen comparación con lo carísimo, inhumano y cada vez más inseguro que resulta vivir en una gran ciudad.

Así que es para pensárselo, y no solo por parte de nuestros mayores, sino también de todo aquel que, para ganarse la vida, no necesite vivir en una gran ciudad. Un importante desplazamiento de población al mundo rural mejoraría las cosas en los pueblos, los dotaría de mejores infraestructuras, abriría nuevas oportunidades de negocio y trabajo y, en lo que respecta a la salud, todos ganaríamos con el cambio. Si la revolución industrial despobló el mundo rural, la revolución tecnológica y la necesidad de protección ante otras posibles pandemias, deben hacer que los pueblos se conviertan en oasis de calidad de vida.

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