Todos tenemos tres caras

Dice un proverbio japonés que todo el mundo tenemos tres caras. Una la que mostramos al mundo. La segunda cara solo la mostramos, a los seres más cercanos ( ya sean familiares o amigos) y la última cara no se la mostramos a nadie.

Esa cara es únicamente para nosotros. Es el único y el más real reflejo de quienes somos. Es el que nos da paz o no nos deja dormir. Aun estando de acuerdo, en gran parte, con esta peculiar y diferente sabiduría oriental, no deja de ser en cierto modo una hipocresía dicho planteamiento, sobre todo en ciertos momentos de nuestra vida (visto desde un modo de vida occidental).

Ya sea cuando celebramos fechas señaladas en las que debemos poner casi obligatoriamente una buena cara porque estaría mal visto no hacerlo, aun cuando en otras fechas restantes casi ni nos miremos. Sería en parte distinto con familia y amigos (jugando en en este caso una emoción distinta) pero no menos difícil y complicada. Y esa última e íntima cara, esa que escondemos, esa que nos da paz, esa misma. Aunque sea en una irreal y lejana opción, tal vez debería de ser nuestra única y auténtica cara.