Combatir la pandemia de pesimismo

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¿Qué es el pesimismo? ¿Una mutación del optimismo, una suerte de expiación, una indeseada herencia o simplemente una mala costumbre? Sea cual sea su origen, es veneno, destilación tóxica que embriaga y contamina. Es monotonía, insatisfacción, frustración convertida en una pringosa brea de la que no se escapa. Dejar de ser pesimista no implica convertirse en un satisfecho conformista ingenuo. No, la realidad seguirá siendo la que es, lo que cambia es la actitud, la perspectiva, el rol. El pesimismo es pasividad, se nutre de la desidia y acaba devorándonos desde el interior, como lo haría un parásito, un virus. Para derrotar el pesimismo, escapar a ese sudario de brea que cada pesimista exuda, se impone la acción. Canjear cada queja, cada estéril crítica por pequeños actos fértiles, cueste lo que cueste. El pesimismo es una adicción y como tal debe ser tratada. Es un combate personal e individual, en el que habrá fracasos y recaídas, pero no hay otro modo de vencer esta pandemia que corroe tantas buenas personas y las echa a perder, para sí y para la humanidad.