"Belleza verdadera"

Belleza que no pasa. Quiero recordar, con profundo cariño, a mi querida tía Conchita, una mujer cuya vida fue un testimonio silencioso de la verdadera belleza. Su belleza era su bondad y su bondad era bella: no solo era una mujer guapa, en especial cuando te sonreía. Era, además, una excelente pintora y amante de lo bello en todas sus formas: en la naturaleza, en el arte, y sobre todo, en las personas.

El Papa Benedicto XVI escribió que "la verdadera belleza hiere, golpea, pero precisamente así nos recuerda nuestro destino último". Tía Conchita comprendía esto profundamente. Sus cuadros no eran solo colores sobre lienzo; eran ventanas abiertas a lo eterno, a lo invisible que se esconde tras lo cotidiano. Sabía mirar más allá de las apariencias y descubrir la belleza que otros no veían: la ternura en una mirada cansada, la luz en una tarde gris, la bondad en un corazón roto.

Su arte, como su vida, fue un reflejo de esa belleza que no pasa, la que nace del amor y de la verdad. Que su legado nos inspire a mirar con ojos nuevos, y a vivir con el mismo corazón sensible, alegre y bueno que ella nos enseñó a cultivar.