Los veraneantes

No son solo quienes llegan procedentes de la televisión o los teatros hasta un escaño, sino quienes confunden la militancia con hacer política y buscan un programa en la televisión

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Hace 35 años, Clint Eastwood se convirtió en alcalde de Carmel by the Sea, un pueblo al que llegó como turista. Ese enclave californiano de 3.700 habitantes, rodeado de playas y de un entorno natural rico y variado empezó a tener algunos problemas con la delincuencia en los años 80, algo que empujó a Charlotte Townsend a presentarse a la alcaldía para intentar ponerles freno. Charlotte era entonces una mujer de 57 años licenciada en la Universidad Stanford en Lenguas y Literatura Extranjeras, que había vivido y estudiado en Europa, servido al Ejército de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y vivido en Hawái mientras estuvo casada. Tras su separación, volvió a su pueblo y enseguida empezó a trabajar por la comunidad: primero, en la Biblioteca Pública, luego en entidades relacionadas con la conservación del medio ambiente y también dando clases en varios centros de enseñanza pública de Carmel. Al ser un pueblo pequeño, algunas de esas de esas tareas ni siquiera las cobraba.

Logró su primera alcaldía en 1982, repitió en 1984 e intentó la reelección en 1986, pero una estrella de Hollywood se cruzó en su camino. Trabajando en este tema para ‘Vanity Fair’, fue inevitable sentir simpatía por ella, más aún cuando supe que a sus 96 años sigue trabajando por conservar el medio natural de Carmel desde una entidad que la nombró presidenta por su compromiso con el pueblo y su currículum. Nunca más intentó ser alcaldesa, pero en las tres décadas y media que han pasado desde aquella derrota no ha dejado de colaborar con el gobierno municipal de Carmel, por el que Eastwood pasó como lo que era: un veraneante.

Los dos años que estuvo al frente convirtieron al intérprete de 'Los puentes de Madison' en un político 'de paso', figura que tardó más en llegar a España, pero que se ha puesto muy de moda últimamente. Políticos que no desaprovechan ocasión para presumir de tener otro oficio, como si tenerlo les hiciera automáticamente más trabajadores, más honestos y más aptos para el servicio público. Políticos que cambian de partido como de lugar de vacaciones: por lo que calienta el sol o lo barato que sale.

Es gente que viene de mundos muy distintos al de la gestión y la toma de decisiones que afectan a seres humanos, que es a lo que se dedica un servidor público básicamente. Algunos, como Eastwood, vienen del ‘show business’ y como la espectacularización de la política no tiene límites, quizá creen que vienen para hacer algo parecido a lo suyo pero en otro escenario. La distancia entre las bambalinas y el escaño, sin embargo, es la de un abismo: al protagonista de ‘El bueno, el feo y el malo’ le bastó un mandato para darse cuenta de que una cosa era hacer promesas y otra muy distinta llevarlas a cabo.

Reconozco que además de solidarizarme con Charlotte, tengo un problema con los intrusos. Un intruso no es un visitante, un intruso es quien confunde su función. En mi oficio también lo veo: gente que estudia periodismo para conocer a su ídolo, para acceder al poder, para acabar convertido en estrella de la televisión o para reforzar la propaganda de algún partido o político. Para cualquier cosa menos para hacer periodismo. Son intrusos: tienen la carrera, pero no la han entendido.

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Tengo una impresión parecida con la figura del político-veraneante. Y no me refiero solo a quienes llegan procedentes de la televisión o los teatros hasta un escaño. Hablo también de quienes confunden la militancia política con hacer política. De quienes se aburren leyendo borradores de leyes y parecen buscar, a toda costa, un programa en la televisión. Esos veraneantes quieren hacer propaganda, no política, porque la política es gris, aburridota, requiere trabajar en equipo, escuchar a la gente, tomar decisiones tapándose la nariz y negociar con personas que defienden cosas que detestas.

Por eso Clint, tras ganar aquellas elecciones, contrató a su jefa de campaña para que le llevara el día a día de la alcaldía. Así, él pudo seguir rodando y estrenar 'El sargento de hierro' o dirigir 'Bird', 'biopic' sobre Charlie Parker. Estaba incómodo en los plenos, donde la gente a la que le había pedido el voto le preguntaba, cara a cara, cuánto costaría el asfalto de su calle, qué necesidad había de unir el pueblo con la autopista o para cuándo más plazas de guardería. Cosas con poquísima épica para 'Harry El Sucio', que prefirió regresar a las películas como otros en España prefieren ver series o vivir en una permanente campaña electoral, otra forma de ficción.

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