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Cuando entramos en la recta final de la campaña electoral catalana, el conjunto de encuestas publicadas apuntan a que la candidatura de Artur Mas, Junts pel Sí, encabezada por Raül Romeva, podría acercarse a la mayoría absoluta, aunque ninguna garantiza ese resultado. Sí parece más probable que la suma de JPS y de la CUP, que también apuesta por un proceso de independencia rápido, supere el 50% de la representación parlamentaria (68 escaños). De acuerdo con el relato plebiscitario de los partidarios del independentismo, esa es la cifra a tener en cuenta para entender qué sucederá después. El nivel de participación será el factor clave que confirme ese resultado.

De hecho, el debate político entre partidos y partidarios o detractores se está centrando en las virtudes y costes que tendría una posible independencia en un incierto (e improbable) escenario de ruptura. Aunque con ello, parece que estamos omitiendo o dando por descontado lo que sí sabemos que sucederá: constitución de un parlamento, elección de un presidente, formación de un gobierno, toma de decisiones… gobernar. Y para entender cómo se transcurrirán estos procesos, los resultados por candidaturas que ofrecen las encuestas tienen que ser matizados y “deconstruidos”.

Recordemos que llegamos a estas elecciones después del pacto, a último momento, entre CDC y ERC, con la participación de los grupos de presión pro-independentista (principalmente la Assemblea Nacional de Catalunya [ANC] i Òmnium Cultural). Este pacto fue leído por muchos como una victoria de Artur Mas, que había conseguido sorpresivamente forzar a ERC para entrar en una coalición independentista, de la que finalmente la CUP se desmarcó.

Es cierto que una candidatura unitaria reducía el coste que significaba competir entre dos partidos que se necesitan mutuamente para mantener vivo el proceso. Pero a priori, esta fórmula beneficiaba más al líder de CDC que a Junqueras. Con ella, Mas conseguía neutralizar el riesgo de que CDC fuera derrotada por ERC, tal como numerosas encuestas había pronosticado a lo largo de 2014. En una candidatura unitaria, Mas seguiría siendo el principal referente del proceso político impulsado por el soberanismo. Además, la designación de un tercero para encabezar la lista reduciría el voto de castigo contra Mas por su acción de gobierno y los casos de corrupción de su partido, y le permitiría asegurar la reelección en la presidencia. Finalmente, una candidatura de confluencia le facilitaría mantener el control y la iniciativa en el proceso de refundación de su espacio político, una vez rota la alianza con UDC, y con la construcción de un nuevo partido de corte soberanista y amplia base social en el horizonte lejano. Con una candidatura unitaria, Mas favorecía el relato de las elecciones como un plebiscito sobre la independencia… e implícitamente sobre sí mismo como líder del nuevo independentismo. ¿Iba a resultar todo tan sencillo?

En realidad, pasado el tiempo, cada vez parece más claro que Mas se tornó en Fausto y forjó un pacto con su particular ‘diablo’. Y los términos de ese pacto, que no son públicos, pueden intuirse en la configuración final de la lista electoral, en la que CDC tuvo que ceder un importante margen de poder. La factura llegará a partir del 28 de septiembre.

Una vez contabilizados los votos, y sea cual sea el panorama resultante, la composición del nuevo parlamento visualizará pronto una realidad que la candidatura unitaria no habrá podido evitar: una elevadísima fragmentación partidista en la cámara catalana. Aunque la previsible formación de seis grupos parlamentarios parezca que haya reducido la altísima fragmentación que la encuestas venían presagiando desde 2014, la lógica política será más compleja. En realidad, si se confirman las previsiones más conservadoras, podríamos identificar al menos 12 grupos políticos distintos, entre partidos e independientes. En la Tabla 1 se muestra la composición de estos grupos según tres escenarios, de más a menos favorable para JPS.

El más numeroso de estos será el de CDC, que quedará reducido a unos 30 diputados (29-32). Por detrás, ERC mantendría aproximadamente su presencia actual (19-24), seguida de Ciudadanos. En cambio, de la candidatura independentista surgirán dos grupos políticos nuevos: los ‘independientes’ de Mas y los escindidos de otros partidos, Demòcrates de Catalunya (ex UDC) y MES (ex PSC). Esto significa que en el próximo parlamento, las entidades soberanistas cuyo terreno de actuación se limitaba hasta ahora al ámbito civil y la movilización popular, pasarán a tener un nutrido grupo de diputados, recursos y posición institucional (11). Mas y Junqueras ya no van a ser los únicos líderes parlamentarios del independentismo.

En el espacio de la izquierda agrupada en la candidatura Catalunya Sí Que Es Pot, también surgirán nuevos grupos: mientras que ICV+EUiA reducirá su presencia a entre 7-10 escaños, Podemos irrumpirá en la política catalana con unos 5 diputados aproximadamente. Se amplía la competencia en el espacio de izquierdas en Cataluña.

Aunque muchos de estos nuevos colectivos quedarán integrados –probablemente– en los grupos parlamentarios de JPS y CSQEP, con ellos la cohesión parlamentaria de los grupos se verá sometida a mayores tensiones, lo que condicionará la política catalana desde el primer momento, tanto para elegir los cargos orgánicos de la cámara como los del gobierno de la Generalitat. Recordemos la trascendencia del cargo de presidente del Parlamento en un proceso político que quiere iniciarse mediante una Declaración parlamentaria de soberanía. Probablemente Junqueras ya ha pensado en ello.

De este panorama, recogido a modo de ejemplo en tres escenarios, podemos observar algunos datos cruciales:

– la suma de ERC y de la CUP será próxima, igual o incluso superior a la de CDC;

– los ‘independientes’ de JPS decantarán la balanza interna en el grupo parlamentario;

– la suma de ERC, CUP, ‘independientes’ y otros de JPS se convertiría en la minoría política más importante de la cámara, al margen de CDC.

En definitiva, CDC dejará de ser el ‘pal de paller’ de la política catalana.

Desde esta perspectiva, la posibilidad de triangulación y formación de coaliciones alternativas abre un margen de maniobra a los socios de Mas, limitado pero suficiente, que puede poner a Mas y a CDC contra la cuerdas durante la legislatura. Aunque no obtendrán fuerza suficiente para construir una mayoría de izquierdas al margen de Mas, sí que podrán amenazar con obstruir la acción política si Mas no se aviene al consenso con ellos tanto en el proceso como en la acción de gobierno. En este contexto, Mas se vuelve mucho más vulnerable ante la eventual aparición de nuevas informaciones sobre corrupción relacionada con CDC.

En realidad, es la propia presidencia de Mas la que está amenazada: cuanto más se aleje JPS de la mayoría absoluta (ejemplo: el escenario pronosticado por el CIS), dejando esa mayoría en manos de la CUP, menos probable será la continuidad de Mas. Incluso una mayoría absoluta de JPS no dejaría a Mas intacto, porque esta haría aún más visible la minoría de CDC ante el bloque ERC-Independiente-CUP. Además, en este escenario la competencia entre ERC y CUP alimentará estrategias de polarización y de aceleración del proceso en momentos de dificultades. Todo ello con el apoyo entregado por parte de los diputados ‘independientes’, casi todos ellos de la ANC y Òmnium.

De este modo, la subasta catalana mantendrá la puja al alza.

Ante este panorama, las expectativas de que pueda surgir espacio para rebajar la tensión política entre las instituciones catalanas y el Gobierno central carecen de fundamento. Incluso pasadas las elecciones generales. Al contrario, ahora queda claro que Mas/Fausto obtuvo su ansiada candidatura única a cambio de ceder representación parlamentaria e influencia política a sus ‘adversarios’ dentro del bloque independentista, especialmente a aquellos en posiciones más radicales y que hasta ahora tenían una posición institucional menor.

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En este contexto, a Mas puede que solo le quede, llegado el momento, un último recurso: romper el contrato y convocar nuevas elecciones. Está por ver qué efecto de disuasión tendría este recurso.

De lo que no cabe duda es de que, para aquellos partidos y actores de la política española que traten de beneficiarse de la polarización y el conflicto con Catalunya en lo que queda de legislatura en las Cortes, tendrán motivos suficientes para seguir alimentando la espiral.