¿Qué nos otorga el derecho a encerrar y exhibir a otros seres vivos?

Para defender a los zoos, algunos recurren al argumento de que si no mantuviéramos bajo cautividad a algunos miembros de ciertas especies, estas se habrían extinguido o estarían en proceso de ello. De entrada, si esto sucede es en muchos casos a nuestras acciones, llevadas a cabo creyendo que el mundo en el que habitamos nos pertenece lícitamente. Razone este argumento que lo realmente cruel sería no enclaustrarlos, decidiendo así por ellos (podemos hacerlo, porque somos mucho más inteligentes) que es indiscutiblemente preferible vivir en una jaula que morir en libertad. Claro, porque cualquiera lo querría así, ¿no?

Otros apuntan que los zoológicos son necesarios para brindar a los niños una experiencia formativa. Indudablemente, un niño puede extraer grandes lecciones sobre la fauna viendo a un animal salvaje encerrado en un hábitat ajeno al suyo, viviendo una vida que no es la suya y en algunos casos llevando a cabo comportamientos que nada tienen que ver con su naturaleza, a los que han llegado mediante el adiestramiento. Sobre todo, porque no existen otros medios para el aprendizaje sobre la fauna, en los que poder ver realmente cómo es la vida salvaje de estos seres vivos (algo así como un medio audiovisual). Sin duda, la lección más valiosa que los niños pueden aprender visitando un zoológico es que el ser humano goza de la supremacía de todas las especies, otorgándole el derecho a exhibir a seres vivos de otras especias y a mucho más.

Por si se diera el caso de que los argumentos aquí mencionados y todos los que puedan existir a favor de encarcelar animales no fueran suficientes, siempre quedará el argumento mágico. La justificación a cualquier acto sin necesidad de más explicación: la tradición.