"Legalizar la actividad de los trabajadores sexuales podría dar pie a nuevas fórmulas de explotación"

Desde que el pasado 1 de diciembre Bélgica se convirtiera en el primer país del mundo que ha reconocido la prostitución como una actividad profesional, las dudas (y los juicios morales) han empezado a esparcirse por internet.

La premisa de esta nueva ley es como cualquier otra que trate de proteger los derechos de los trabajadores: contrato de trabajo, vacaciones, permisos por incapacidad y pensión. Aunque las regulaciones no se detienen ahí, puesto que también se recogen normativas concretas para ciertos tipos de proxenetismo.

Esta medida planta una raíz de incertidumbre entre los trabajadores sexuales de todo el mundo, ya que pese a la protección que trata de establecer, la legalización de la actividad podría dar pie a nuevas fórmulas de explotación que aumenten aún más los datos de violencia recogidos para el sector.

No obstante, la despenalización de la actividad abre un nuevo frente para las trabajadoras sexuales, que precisamente gracias a esta protección normalizada pueden hacer uso de los canales legales pertinentes para denunciar su situación en caso de sufrir irregularidades.

Solo el tiempo y los datos respecto a las condiciones de los trabajadores del ámbito sexual podrán esclarecer si Bélgica cosechará una nueva fórmula de libertad o allanará el camino para futuros patrones de violencia en la prostitución.