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Carta a mi cuerpo

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Hace un año posiblemente no sería capaz de creer lo que voy a  escribir ahora, pero ha habido un cambio y es maravilloso. Odiaba cada  parte de mi cuerpo por no ser como lo marcaba el ideal de belleza, sobre todo mis muslos y glúteos. Prefería no existir que habitar en mis carnes, que yo consideraba gordas, redondas y asquerosas. Con el tiempo me he dado cuenta de que es precisamente gracias a esas partes que  puedo desarrollar las actividades diarias, y hay gente que no tiene la suerte de contar con dos piernas, dos brazos, etcétera. Puede que mis manos no sean perfectas, pero son mías y me permiten escribir, tocar el clarinete, acariciar, por eso las quiero igual. Lo mismo pasa con los ojos, nariz, boca, orejas. Antes me fijaba mucho en las ojeras, que obviamente se notan, ahora puedo ver más allá, que tengo unas pestañas  largas y unos labios carnosos bonitos. Antes quería que toda la ropa  me fuera grande y no resaltase mi cuerpo, ahora incluso estoy contenta de tener pantalones apretados e ir bien con ellos porque estoy orgullosa de mi físico, y a quien no le guste que no lo mire.

Efectivamente hay días peores en que todavía vuelven los pensamientos  negativos, el miedo a subir de peso y no gustar a la gente. Pero entonces recuerdo que no nos define una talla, el peso ni el cuerpo sino el conjunto de todo nuestro yo profundo. He aprendido que no es normal que mi felicidad y estado de ánimo dependa de un simple número, y más en mi caso, que soy de letras.

Finalmente quiero pedir perdón a mi cuerpo por todas las veces que lo he maltratado y darle las gracias por favorecerme sentir placer, dolor, emociones, en general, vivir.

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