"Esos días de verano"
Marisa Rando Romero Barcelona
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Joan Serres
Cuando hablamos de migración, solemos invocar cifras, fronteras, regularizaciones o integración, pero pocas veces miramos con atención lo que ocurre dentro de nuestras propias casas, hospitales, fábricas o residencias. Allí, en lo cotidiano, hay una verdad que raramente se pronuncia: sin la migración, muchas de las estructuras sobre las que se sostiene nuestra vida moderna simplemente colapsarían.
Entretots
Quien cuida de nuestros mayores, limpia nuestros baños, recoge nuestra basura o embala productos en una nave industrial en las afueras de la ciudad no suele aparecer en las campañas electorales más que como una amenaza abstracta o una cifra manipulada. Pero tiene rostro, voz, familia, historia. Y también derechos.
La economía del cuidado -ese entramado silencioso que permite que alguien pueda ir a trabajar porque hay otra persona que se queda con sus hijos o con sus padres- está sostenida, en gran parte, por personas migrantes. Muchas trabajan sin contrato, sin horarios definidos, sin posibilidad de enfermar.
Lo mismo sucede en otros sectores donde algunos informes denuncian condiciones que rozan la esclavitud moderna. Nos acostumbramos a su presencia y, paradójicamente, también a su invisibilidad. Pero, ¿qué pasaría si un solo día no estuvieran ahí? Si no llegaran a limpiar, a cocinar, a producir; si, simplemente, desaparecieran. Tal vez entonces entenderíamos.
Una sociedad que ignora a quien la sostiene está condenada a tambalearse.
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