"La rosa se marchitará, pero el libro esperará impaciente a poder ser leído"

Fue en el año 1930 que, finalmente, se trasladó la Fiesta del Libro al día 23 de abril de manera definitiva (antes se celebraba el 7 de octubre). Tiempo después, en 1995, el Gobierno español presentó a la UNESCO la propuesta de la Unión Internacional de Editores para establecer esta fecha como Día del Libro a nivel mundial.

Y la respuesta fue positiva e inmediata. En Catalunya, esta misma jornada (Sant Jordi) celebramos el día de la rosa. Eso es así, ya que la leyenda explica que cuando Sant Jordi bajó del cielo para matar con su afilada lanza al maligno dragón que se quería comer a la princesa, al hacerlo, entre la sangre allí derramada, emanó una rosa.

En Barcelona, donde yo celebro el día de mi santo, las calles lucen fastuosas. Sin embargo, lo que más me gusta de ese día son los rostros de las gentes. Son semblantes distendidos y alegres. Compramos rosas y libros, dos cosas muy bellas que tienen que ver con el amor y la ilusión, para regalarlos a las personas que amamos. A los pocos días, la rosa se marchitará, pero el libro, silencioso e impasible sobre la mesita de noche y enseñando la cubierta, esperará paciente que internet y Netflix nos ofrezcan una pausa y, así, poder ser leído.