Carta de un lector: "Me gusta organizar mis propósitos de año nuevo por fases"

Como muchos, seguramente usted ha decidido cambiar algo en este principio de año; digamos que se ha propuesto prosperar de algún modo, dejar una adicción, emprender un nuevo proyecto, ya sea laboral o personal, físico o espiritual. El caso es que lo fácil de este proceso es eso mismamente, el proponérselo, pero la cosa se irá complicando a medida que el camino se empieza a andar.

Personalmente, a mí me gusta hacerlo por fases, bien estudiada la secuencia previamente. Nada de eso de dejar el tabaco a pelo, o de ponerse sin más a correr. Puede que haya a quien esta forma le funcione, en mi caso, toda vez que emprendía un proyecto sin pensar, tarde o temprano me acababa frustrando.

Así que decidí hacerlo de manera diferente. Más tranquilo, sin prisas. Sin la necesidad de demostrárselo a nadie. Con la total seguridad de que es un propósito que quiero lograr principalmente porque se trata de algo que necesito, que necesito hacer o necesito tener.

Por si a alguien le sirve, la secuencia es la siguiente: primera fase de determinación, segunda fase de planificación, tercera fase de constancia, cuarta fase de costumbre. En la fase determinación analizo el propósito profundamente, intentando comprender toda su naturaleza; en la fase planificación me doy a proyectar el camino, saber en qué punto me encuentro, la distancia que me separa, las dificultades, me procuro las herramientas; en la fase constancia, al disponer de un plan, lo llevo a cabo de más a menos, procurando que no sea a través del esfuerzo, sino del goce por lo que me doy a ello (más vale lograr un poco y hacer rutina, que lograr mucho y hacer infierno); en la fase costumbre compruebo el resultado: he logrado ser, he logrado hacer, he logrado tener, en relación con un sentimiento intrínseco de dignidad por ello. He aquí el éxito.

Cómo diría Goethe: “Todo es difícil hasta que es fácil”.