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Más cubos mágicos para una sociedad equilibrada y más repartida

Alejandro de Gregorio-Rocasolano

El 19 de mayo del 1974 se considera el aniversario del invento del inicialmente llamado por su creador Ern Rubik cubo mágico. Actualmente, se han vendido 350 millones de unidades de este juguete. Este objeto tan atractivo de colores que cuando esta sobre una mesa y lo ve por primera vez cualquier adulto o niño no le puede evitar dar vueltas.

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Inicialmente, Rubik le pensaba dar un destino didáctico. Al encontrarse detrás del telón de acero, lo repartió en centros científicos húngaros donde atrajo la atención básicamente de matemáticos interesados por los problemas estadísticos que acarreaba. No olvidemos que tiene 43.252.003.274.489.856.000 (más de 43 trillones) de permutaciones posibles y solo una solución; el mismo Rubik tardó un mes en completarlo por primera vez. Comercialmente, primero se distribuyó en Hungría el año 1977. El boca a boca hizo que se convirtiera en un juguete muy popular.

En 1980 se inicio su comercialización internacional y sus productores barajaron varios nombres como Nudo Gordiano, en referencia a la leyenda de Alejandro Magno sobre su entrada, conquista y radical resolución al reto de desatar el nudo creado por Gordias en Frigia (Anatolia) o Oro Inca. Finalmente, se decidió por el de cubo de Rubik.

Este objeto, el cual ha hecho de Rubik el hombre más rico de Hungría, tiene unas propiedades pedagógicas tremendas como su inventor creía. Tal vez debería formar parte del currículo de enseñanza como herramienta de cohesión, aprendizaje y práctica, sin necesidad de solucionarlo o puntuar su interacción: tan solo el hecho de manipularlo conlleva toda una serie de beneficios individuales como ayudar a la memoria y a la retención o reconocer espacialmente un objeto en diferentes posiciones. Su manipulación, el no resolverlo, es lo habitual; solo el 5 por ciento de las personas que lo intentan lo hacen.

El cubo de Rubik es un objeto cuya utilidad es, en la mayoría de los casos, el activar cualidades individuales de las personas sin ningún tipo de interés mayor que el de distraerse. Existe un nivel de competición muy elitista, pero para los ciudadanos de a pie, lo que hace es unirlos. El cubo tiene como mayor cualidad relativizar el fracaso, gracias a la satisfacción del tiempo invertido.

Necesitamos más inventos como el cubo de Rubik, donde la mayoría seamos igual de malos, para buscar una sociedad equilibrada, más repartida. Objetos que nos enseñen a evitar comparaciones absurdas sobre cualquier situación ayudando a buscar las facetas positivas similares y no las diferenciales negativas por una interesada valoración subjetiva.

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