En esta Navidad, el acto de comer en familia se convierte en un desafío. Aunque pertenezco con orgullo a la generación Z, debo admitir que algunos de nosotros somos difíciles de complacer. Entre vegetarianos, veganos, adictos al gimnasio y las proteínas, obsesionados con las dietas de déficit calórico y flexitarianos, las abuelas y madres se enfrentan a un verdadero reto culinario.
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La diversidad en las preferencias alimenticias reflejan a nuestra generación, pero también se impone una carga en las tradiciones familiares. Quizás por eso, la tendencia de trasladar las celebraciones a restaurantes gana terreno. Este cambio puede no ser negativo, ya que no solo alivia a las cocineras sino que también resalta la evolución inevitable de nuestras costumbres festivas.