"Adiós, Cabanes de Argelaguer, un bonito recuerdo de mi infancia"

El pasado domingo 21 de mayo de 2017, después de 20 años, visité con mi familia y amigos un lugar de mi infancia que traía a mi memoria unos de los pocos recuerdos bonitos que tenía de ella; las Cabanes de Argelaguer. Fueron tres meses organizando esa excursión para mostrarle a mi hijo una obra de arte creada de la naturaleza. Un lugar que hace que los pocos recuerdos de mi niñez valgan la pena.

Mi hijo estaba emocionadísimo de conocer el laberinto y las cabañas. Para nuestra sorpresa, cuando llegamos a aquél lugar tan singular, nos encontramos que ya no estaba como lo conocí. La mayoría de las cabañas y las torres majestuosas habían desaparecido y apenas quedan migas de lo que fue.

Hablando con varios caminantes que me crucé en el camino, pregunté si sabían qué había pasado y como era posible que no se hubieran conservado tales estructuras de madera. Todos coincidían en la misma respuesta. Y era que tras fallecer el creador del Parc Garrell, nadie, ni ningún organismo público quiso mantenerlo. ¿Quién se haría cargo de esa obra de arte en plena naturaleza? Ante esta pregunta, mi indignación. Y es por este motivo que quiero dar a conocer este lugar. Porque imagino que como está fuera de la civilización y no sale en ninguna guía turística, para qué conservarlo, ¿verdad?

Si no hay ninguna persona cobrando entrada y autobuses que lleven a la gente y genere ganancias, para qué conservarlo ¿no? ¿Por qué destruir un sitio que aporta tantos buenos recuerdos a miles de niños que como yo? Estoy segura de que habría muchos voluntarios para conservarlo ¿Por qué, si las instituciones públicas invierten el dinero de todos para la conservación de otros monumentos, no se hace los mismo con este espacio?

En Catalunya, y sobre todo en la provincia de Girona, gozamos de sitios maravillosos, a los cuales podemos evadirnos los que vivimos en la ciudad. Hagamos que los recuerdos de nuestros hijos y su futuro sean de lugares donde puedan divertirse explorando la naturaleza, correr por el campo y disfrutar de las maravillas que nos brinda nuestra tierra. No destruyamos los sueños del futuro. Dejemos que nuestros hijos jueguen libremente, como cuando nosotros éramos niños.

Cuando llegué a Argelaguer, me di cuenta del estado del lugar y me invadió la nostalgia, como si me hubieran robado parte de mi infancia. Los recuerdos invadían mi mente.

Cuando miré a los ojos de mi hijo y me preguntó: ¿dónde está el laberinto, las torres y las cabañas que me contabas? No supe qué decir. Solo sentí tristeza porqué mi hijo llevaba meses pensando en visitar ese lugar. Los ojos se me pusieron acuosos y tuve que contener las lágrimas. Pero he sentido la necesidad de que mi hijo sepa que hay que luchar por los recuerdos, qué quizás nadie te vaya a escuchar y la respuesta que recibas no sea la esperada. Y en caso de que nadie lo haga, no importa, al menos lo has intentado.

No destruyamos lo que la naturaleza nos ofrece y sobretodo no destruyamos la ilusión de unos ojitos que claman que se mantengan vivos los recuerdos de su niñez.