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Yo no sé lo que es una guerra... Espero no saberlo nunca. Mi contacto más cercano con el engendro bélico lo tuve mientras hacía el servicio militar. A pesar de que presté mis servicios como psicólogo, las pocas semanas de instrucción que realicé fueron suficientes para darme cuenta de la capacidad para infundir terror que tienen las armas y las personas que las empuñan.

También tuve contacto con militares que habían prestado servicio en Bosnia y pude conocer las terribles historias que vivieron y las secuelas psicológicas que padecieron. Hasta aquí mi obligado periplo militar.

No puedo sentir lo que siente una familia que tiene que dejarlo todo y huir a otro país. Pero ayer, después de ver las impactantes imágenes de una periodista dando patadas a los refugiados, reflexionaba mientras volvía a casa.

Traté de imaginarme que pasaría si hubiera un conflicto bélico. Intenté imaginar lo que debe ser tener que dejarlo todo y salir de tu casa sin saber si vas a volver. Intento imaginarme el terror que supondría recorrer los escasos 20 quilómetros que me separan de la frontera con Francia. Andar volviendo la vista atrás, asustado, escondido. Imagino la cara de terror de mi mujer. Veo los ojos de mi hija buscando seguridad en los míos y veo los míos aterrados e hipervigilantes. Imagino a mi hija cansada, con hambre, sueño y miedo y me veo a mi incapaz de darle cobijo. ¿Te lo imaginas? ¿Tienes hijos? ¿Trata de imaginártelo?

Trato de imaginar por donde recorrería esos veinte quilómetros para no encontrarme con nadie que le apeteciera dispararnos, torturarnos, separarnos o aterrorizarnos. No tengo nada para defenderme. Si tuviera un arma no sabría ni como utilizarla. Ni tan solo sé qué tendría que hacer si me encuentro un miliciano.

Imagino lo duro que debe ser vivir con miedo. Sentir pánico. Terror. No poder dormir. Buscar refugio. Luchar contra la inseguridad. Sin nada. Luchar por sobrevivir.

Me imagino llegando a la frontera y me veo bloqueado. ¿Quien me va a parar? Vengo del miedo. Vengo del terror. Vengo de donde la vida de una persona no vale nada. ¿Crees que no voy a ser capaz de seguir mi camino? Dudo. Quizás me derrumbara agotado y triste. No lo sé. Es una situación tan extrema que no me la puedo ni imaginar.

Este ejercicio me impacto mucho. Durante la hora y media que tardé en volver de Barcelona no pude dejar de pensar en el terror. ¿Imagínate que tengo que llegar a la frontera desde Barcelona?Me ha costado dormir. Me he levantado de mal humor. Mientras trato de imaginármelo me ha invadido la tristeza, el miedo y la inseguridad.

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Pero también me ha invadido la vergüenza. La vergüenza de compartir especie con las personas que se dedican a diseñar y fabricar armas. Vergüenza de las personas que las venden y de las personas que las utilizan. Vergüenza por la falta de compasión de mis congéneres. Vergüenza por la inactividad y la permisividad de la comunidad internacional, capaz de ejercer sofisticados mecanismos de control economico, pero tolerante con el sufrimiento humano siempre que no les afecte directamente.

No. Yo no soy así. Nunca trabajaría con armas. Hay mil alternativas antes que trabajar en la indústria de la guerra. Quizás el homo sapiens se ha dividido en dus subespecies, el homo cruel y el homo compasivo. ¿De qué especie eres tu?