Listas abiertas, imperativo democrático

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Todo apunta a que esta legislatura acabará sin ley electoral catalana para vergüenza de todos nosotros. Y digo por vergüenza de todos en la medida en que todos los partidos catalanes tenemos alguna responsabilidad en este nuevo fracaso que arrastramos desde 1980. Ciertamente algunos tienen más que otros, especialmente en esta legislatura en la que CiU, ERC e ICV-EUA han trabajado a fondo para dotarnos de una ley propia.

Pero claro, que seamos el único territorio del Estado sin una ley electoral y que las elecciones al Parlamento se rigen por las normas que regulan las elecciones a las Cortes Generales, que tienen un carácter supletorio de la norma autonómica, dice muy poco en favor del sistema de partidos catalanes.

Más grave es todo si al mismo tiempo no conviviéramos con un grave deterioro de la confianza de la gente con el funcionamiento de las instituciones, circunstancia que exige, a toda costa, reformas regeneradoras del sistema político; reformas que tienen mucho que ver con la demanda de listas abiertas, que forma parte de un deseo ciudadano muy compartido, según todos los estudios de opinión. Durante los últimos años algunas plataformas ciudadanas plurales y amplias han reclamado en varias ocasiones una ley que den más poder a la gente a la hora de elegir sus representantes.

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Y es que no sólo estamos hablando de un ejercicio de soberanía del Parlament previsto en el Estatuto de Autonomía (artículo 56.2 EAC), que también, sino de una necesidad de romper con un sistema electoral que no estimula ni promueve un claro vínculo entre representantes y representados y que en cambio consolida la endogamia y el cierre de los partidos. Es verdad que el debate va más allá de esta cuestión. Y en un país con una fuerte concentración de población en torno a su capital y una parte no pequeña de su territorio con menos peso demográfico, las cuestiones de los niveles de proporcionalidad y la representatividad de todos los ciudadanos también son relevantes...

Pero hoy el imperativo democrático tiene que ver en hacer más responsables a los representantes ante sus representados. Es innegable que una nueva ley electoral no es la poción mágica que resolverá todos los males de nuestro sistema (una lectura de "La Urna ruta" es recomendable en este sentido), pero el cuidado que debemos tener de la democracia merece unos partidos con más generosidad y sentido de país en aquellas cuestiones que definen la calidad de nuestra vida colectiva. Y el sistema electoral en cualquier país es principal. Una oportunidad perdida pues no ayuda a recuperar el vínculo entre las instituciones y la ciudadanía que tanta falta nos hace.