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El 9-N se puso de manifiesto lo que los socialistas llevamos diciendo durante tanto tiempo: que existe un problema real y profundo, una desafección y un gran malestar en muchos catalanes y catalanas. Esta realidad afecta no solo a Catalunya, sino al conjunto de España. Es desde el reconocimiento de un problema político que afirmamos quesolo desde la política se le puede dar respuesta.

El 9-N también se constató el fracaso de una actitud, la actitud de la confrontación y la parálisis que han practicado los dos líderes, Mas Rajoy, a los cuales, para desgracia de la ciudadanía, les ha tocado gobernar en un momento histórico como el que estamos viviendo. Una confrontación y un inmovilismo que, lejos de haber sido superado, sigue siendo, a tenor de las intervenciones de uno y de otro, la receta que nos van a continuar aplicando a la ciudadanía. Una confrontación que se extiende también a los tribunales, en una escalada sin sentido que ya hastía al conjunto de la sociedad, tanto de Catalunya como del resto de España. La gente está harta de que los gobernantes que pusieron en su puesto para ejercer su responsabilidad se dediquen a hablar a través de los titulares de los medios de comunicación, del ultimátum y de los tribunales de Justicia. La gente quiere que se abra paso la política, que hasta ahora ha sido la gran ausente en todo este proceso.

La política nació para resolver los problemas de la sociedad. En las sociedades democráticas estos problemas se abordan dialogando, negociando, buscando puntos de encuentro. El domingo hubo más de dos millones de personas que salieron a votar y merecen todo el respeto. También hubo más de cuatro millones de ciudadanos que, pudiendo, no fueron a votar, decidiendo que éste no era el cauce, ni el método para expresar qué relación quieren entre Catalunya y el resto de España.

A ambos hay que escuchar y comprender. A ambos hay que ofrecer respuestas y soluciones desde la política. Rajoy debería escuchar y empatizar con los que fueron a votar, tratar de ponerse en su piel, y estar menos pendiente de lo que dicen los suyos, de aquellos que le susurran al oído que cualquier movimiento en la búsqueda de una solución le restaría votos. Mas debería escuchar y empatizar con los que no fueron a votar, tratar de comprender por qué no lo hicieron, y estar menos pendiente de los aplausos de los suyos, de aquellos que le señalan que incumplir la ley es legítimo en un Estado de Derecho. ¿Acaso no se gobierna para todos y no solo para los propios?

Solo en ese momento surgirá la capacidad de ponerse en el lugar del otro, se abrirá el diálogo y la negociación, y la posibilidad de llegar a acuerdos. Y, después, la votación. Porque claro que hay que votar, claro que hay que otorgar la palabra a la ciudadanía, pero una vez que los representantes democráticos hayan encontrado el marco legal adecuado para dirigirse a ella.

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Los socialistas llevamos meses ofreciendo al resto de las fuerzas políticas ese marco: una reforma federal de nuestra Constitución. Con más motivos lo seguimos ofreciendo después del 9-N. Una reforma federal que queremos hablar y consensuar con el conjunto de fuerzas políticas, que suponga un cambio significativo en las relaciones entre el Estado y el conjunto de las Comunidades Autónomas, que refuerce la cooperación, que reforme el Senado para integrar la voluntad de las Autonomías, que reconozca los hechos diferenciales y las singularidades, que mejore la financiación. En definitiva, que, además de mejorar el funcionamiento del Estado Autonómico, cambie la relación entre Catalunya y el resto de España, desde una cultura federal.

Llevamos dos años de retraso, en los que nada se hecho para resolver esta crisis de Estado. Al revés, dos años en los que el problema no ha hecho más que crecer, por la irresponsabilidad de uno y la inacción del otro. Después del 9-N, queda todo por hacer. La política debe asumir su responsabilidad, y actuar. Cada vez nos queda menos tiempo, pero todavía podemos. Sobre todo, porque más del 70% de la ciudadanía catalana tiene identidades múltiples y un porcentaje similar cree que el encaje de Catalunya debe mejorar. Así, lo que esperan la gran mayoría de los ciudadanos españoles, y catalanes es ese nuevo marco de convivencia pactado entre todos. Es lo que esperan muchos de los que fueron a votar y otros muchos de los que no fueron. Esperan que los políticos hablemos, negociemos y lleguemos a acuerdos. Para que la próxima vez que se vote sea para unirnos, y no para dividirnos. Claro que para eso los dos gobiernos tendrían que dejar de lado esa confrontación que tanto rédito partidista les da. ¡Pongámonos de una vez a ello!