"Nadie vio venir nada", el mantra que todo lo puede

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Josep Maria Loza, exdirector General de Caixa Catalunya al Parlament.

Josep Maria Loza, exdirector General de Caixa Catalunya al Parlament.

“No soy muy listo, puedo ser tan tonto como cualquiera pero creo que falló algo en nuestro entorno”. Esta mañana he estado escuchando aJosep María Loza, ex-director general de Caixa Catalunya en sucomparecencia en comisión del Parlament. Ha disparado con bala: “No recuerdo a ningún ayuntamiento dejar de conceder licencias de construcción”, “los representantes de los partidos políticos en la Caixa no hicieron ninguna observación sobre la crisis que venía”.

Empiezo a pensar que en las facultades de económicas hay una asignatura troncal de nombre 'Técnicas para echar la mierda fuera'. Este hombre, que asegura tener un vínculo emocional incluso familiar con la caja hoy intervenida por el estado, no pareció tener ningún problema para reclamar una indemnización de 10,5 millones de euros (que sí, que todos lo hacían, que era algo que estaba firmado, que si no-se-qué fondo de pensiones pactado para antes de su jubilación). Seguramente no me he quedado con todos los datos pero francamente, mi cerebro se desconecta en algunos momentos, creo que ya nos salta el automático ante algunos niveles concentrados de desvergüenza.

A Loza no le falta razón en señalar la responsabilidad política de quienes callaron por omisión. Ni aNarcís Serra unos días antes, en su turno de comparecencia, al afirmar que susueldo anual de 800.000 eurosestaba alineado con lo que cobraban otros altos cargos de cajas hoy fusionadas, intervenidas o fusionadas e intervenidas. De nuevo cero referencia a la ética profesional. Ante los reclamos ajenos cierran con un “eso es una consideración suya señor diputado que respeto pero no contesto”. Ambos dos insisten en no asumir responsabilidad alguna. “Ningún equipo directivo fue tan importante para tener tanto porcentaje de responsabilidad; la causa fue la crisis”.

De haber tenido cuenta de twitter, Serra podría haber puesto esta frase como texto descriptivo de su perfil, no hay mejor afirmación que le defina. Josep María Loza ha ido más allá en la definición de su labor al frente de Caixa Catalunya. Como buen cristiano, se ha imbuido de la intencionalidad mesiánica que de forma redentora ha pretendido definir su labor al frente de la entidad: “Yo facilité elacceso a la vivienda a mucha gente que con condiciones mejores de la economía, no habrían tenido problema”. Y no se ha convertido en estatua de sal al decirlo, continuó vivo y coleando, aunque sufriendo con una corbata que de cuando en cuando esta mañana no le dejaba respirar. Si podéis, revisad un poco delvídeoy veréis un ejercicio práctico de lenguaje corporal desesperado.

En conclusión: Análisis de riesgo, supervisión estricta de laCNMV, “nadie lo vio venir”, “yo le puedo asegurar”, “no me consta”, filiales en las Islas Caimán “por imperativo fiscal”¿ Esta comparecencia responde al argumentario repetido durante esta comisión, pero no solo. Ante esta caja, pero muchas más, en Catalunya y fuera. Ante esta desfachatez y otras tantas.

La repulsión ciudadana ya desborda lo tolerable. No esperamos nada de sus palabras. Los diputados que intentan que estos directivos pronuncien titulares que les incriminen se desgañitan sin que funcione en un juego de tablero inservible. De forma paralela la confianza de la sociedad en los tribunales roza el barro, aderezada porlos indultos y reducciones de penasque se vierten en portadas y noticieros, los extrañosmovimientos de judicaturaen laAudiencia Nacional, los incompresiblesretrasos en instruccionescon abandonos políticos preventivos, lasanulacionesde alguna esperanzadora paralización de privatizaciones.

Y sí, hoy no me encontráis muy optimista. Veo como la máquina del dinero sigue funcionando.¡Más madera!gritaría Groucho en la locomotora, y permitidme el desafortunado referente ferroviario¿ o no me lo permitáis, que no hay puntada sin hilo en estas líneas, pero hoy esto no toca. La política no está respondiendo. O no sabe, o no se atreve porque efectivamente forma parte del desastre. Los pocos que intentan plantar cara enmudecen ante la mínima insinuación de “cuidado, que tú también tienes que callar”. O teniendo poco que ocultar no dan el paso de explicarse y reinventarse desde otros parámetros, no vaya a ser que en el camino pierdan el incipiente apoyo de aquellos que están un poco hartos, pero sólo un poco, y se asusten ante movimientos más temerarios.

AyerJoan Subirats hablaba de queser demócrata hoy es ser revolucionario: ”Las cosas ya no serán como eran”. Y más allá de lo romántico de la afirmación, su explicación destilaba tristeza y un punto de rencor ciudadano. También cansancio de observar miedo, demasiado miedo, en aquellos que deberían estar de una vez, con nosotros.

Cierro hoy con una frase escuchada en un excelente documental de laBBC, “Réquiem por Detroit”. Lo emitió elCanal 33catalán hace unos días, la misma noche en que dejamos todo para mirar aGalicia, de modo que se perdió en la inmensidad de la nada hertziana. Lo recupero porque creo que merece la pena. Lo tenéis disponible onlineaquí. Os servirá para practicar el inglés, ese que nos será necesario para irnos aservir cafés, que es lo que nos recomiendan desde los gobiernos. La cita en cuestión de uno de los pocos habitantes que quedan en la ciudad es “lo que ha pasado aquí es un Katrina a cámara lenta”. Cada uno busca sus referentes emotivos para explicarse y los yanquis tienen en ese huracán una gran metáfora, pero yerran al buscar un ejemplo ajeno a la obra del hombre. Detroit es el Mad Max del capitalismo más descarnado. Os reto a que busquéis un ejemplo mejor.

¿Cual sería nuestro equivalente, qué desastre natural puede ayudarme a explicar lo que vemos día a día en España?. Pienso que no hay ninguno y estaría bien que lo entendiéramos de una vez: cada titular que vemos tiene una causa humana detrás, una decisión o voto, una mirada hacia el otro lado o una rendición, una pequeña miseria cotidiana que justificael egoísmo propio, un acto de pereza que no nos permite pasar del “todos son iguales”, otro acto de excesiva prudencia que impide superar el “que no nos vean demasiado distintos”.

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Y aquí seguimos, forzando nuestro aguante. El1 de agosto, la próxima cita. Me espero cualquier cosa, inmovilismo incluido.

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