Estereotipos y evidencias neurocientíficas

Ni de Marte ni de Venus

Por qué no se debe clasificar el cerebro humano de manera binaria, como masculino o femenino

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Susana Martínez-Conde
Susana Martínez-Conde

Neuroscientífica i catedràtica de la State University of New York.

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John Gray, autor del éxito editorial 'Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus', decía en su famoso libro que venusianas y marcianos poseen diferentes sistemas de valores. Según Gray, las venusianas, al igual que la diosa que les presta el nombre, aprecian el amor, la comunicación, la belleza y las relaciones. Mientras que los marcianos, en consonancia con las características del dios de la guerra, tienen mayor estima por la competencia, los logros, y el poder. La comunicación entre los habitantes de estos dos planetas es por tanto un campo de minas, dado que hombres y mujeres no solamente hablan dos lenguajes emocionales diferentes, sino que su percepción de la realidad es rematadamente opuesta.

El texto, publicado en 1992, vendió más de 50 millones de copias y pasó un total de 121 semanas en las listas de 'best-sellers', además de inspirar varias obras de teatro, una comedia televisiva, y multitud de conferencias y seminarios. La saga de las venusianas y los marcianos es fascinante—pero la evidencia neurocientífica en apoyo de la existencia de diferencias fundamentales entre cerebros de hombres y mujeres es bastante menor de lo que pudieran pensar los lectores de Gray—y de lo que 26 años más tarde nos siguen presentando los medios.

Un órgano unisex

Así lo aseguraba Lise Eliot, catedrática de neurociencia de la Facultad de Medicina de Chicago y autora del libro 'Cerebro rosa, cerebro azul', en el Festival de las Ideas de Aspen, celebrado del 21 al 30 de junio en Colorado. “La gente dice que los hombres son de Marte y que las mujeres son de Venus, pero el cerebro es un órgano unisex”, afirmó Eliot durante su conferencia.

Un estudio llevado a cabo por un equipo de investigadores de Israel, Alemania y Suiza, y publicado en la prestigiosa revista 'PNAS' en 2015, concuerda con la conclusión de Eliot de que no se debe clasificar el cerebro humano de manera binaria, como masculino o femenino. Este trabajo, basado en el análisis de imágenes de resonancia magnética de más de 1.400 cerebros, manifestó un amplio grado de solapamiento en la conectividad de los cerebros de hombres y mujeres, así como en sus sendas distribuciones de sustancia gris y sustancia blanca.

Los cerebros de los hombres tienden a pesar un 10% más que los de las mujeres, algo que en sí mismo no es indicativo de un funcionamiento diferente

A pesar de que determinadas características neuroanatómicas se hallaron con mayor frecuencia en los cerebros de mujeres que en los de hombres, y otras de ellas a la inversa, la imagen general fue un mosaico de tipologías tanto femeninas como masculinas. Los investigadores reconocieron que, sin saberlo de antemano, no serían capaces de atinar, en la mayor parte de los cerebros analizados, su pertenencia a uno u otro sexo.

En las palabras de Eliot: “Vivimos en un mundo en que el género es binario. La asunción por defecto es que estas diferencias son intrínsecas a nuestro cableado neural... Pero los cerebros masculinos y femeninos no son mucho más diferentes entre sí que los corazones o los riñones masculinos y femeninos”.  

Las diferencias biológicas

De acuerdo con un artículo publicado el 25 de junio en la revista 'The Atlantic', la neurocientífica culpa tanto a los medios de comunicación como a las instituciones académicas por la perenne discusión sobre las diferencias biológicas entre los cerebros de hombres y mujeres. Se trata fundamentalmente de qué tipo de trabajos se publican con mayor facilidad en revistas especializadas de alto impacto y reciben la atención y financiación subsiguientes, observa Eliot: los que atestiguan discrepancias, o los que no encuentran diferencias. “Vuelves a mirar los datos, analizas el sexo, y si encuentras una diferencia ya tienes otro artículo”.

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El problema, por supuesto, son los estereotipos derivados de supuestas e inconsistentes diferencias biológicas. Por ejemplo, el justificar que existan menos mujeres que hombres en los más altos niveles de la jerarquía científica en base a disparidades disputables. “Dijeron que la brillantez en matemáticas es un fenómeno masculino”, explica Eliot, cuando el motivo fundamental de la escasez de mujeres en investigación e ingeniería ha sido la falta de apoyo e incentivos. Una vez se han empezado a desarrollar programas para corregir esta deficiencia, el desnivel ha comenzado asimismo a equilibrarse.   

Entretanto, sigue siendo de vital importancia el combatir tanto tradiciones como mitos. Incluso cuando existen diferencias anatómicas indiscutibles, atesta Eliot, no quiere decir que sean necesariamente significativas. Por ejemplo, los cerebros de los hombres tienden a pesar un 10% más que los cerebros de las mujeres. Esta discrepancia es consistente con la que existe entre los otros órganos del cuerpo de hombres y mujeres, y no es de por sí indicativa de un funcionamiento diferente.