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Marc Marginedas, a l’Afganistan, el desembre del 2006.

Marc Marginedas, a l’Afganistan, el desembre del 2006. / SERGIO CARO / ALBERT BERTRAN

Se ha convertido en una constante desde hace ya algunos años en los distintos conflictos bélicos que asolan buena parte del planeta: matar al mensajero. Según antiguas crónicas algunos reyes tenían la costumbre de matar al portador del mensaje que traía malas nuevas, desde una derrota militar a otros infortunios, tratando de conjurar así cualquier posible maleficio o vengarse de manera espuria.

En versión moderna los mensajeros son hoy los periodistas que intentan narrar lo que acontece en distintos escenarios.

Hay una variante política: la de fulminar al periodista que hace una pregunta incómoda o que relata en su crónica el despropósito de un gobierno o de un dirigente. De esa manera, en una especie de huida hacia delante, se buscaría ocultar la realidad silenciando, mediante su marginación, al periodista, al mensajero.

En el caso de las guerras, durante las últimas décadas, la tendencia a matar al mensajero tiene por desgracia una creciente literalidad: lo que se busca es silenciar al periodista mediante su secuestro o su muerte. La mayoría de los bandos en conflicto no quieren testigos incómodos; no son bienvenidos mensajeros que tomen nota para contar lo que sucede.

Sirva esta larga introducción para hacernos eco y recordar a Marc Marginedas, compañero del diario EL PERIÓDICO, secuestrado desde hace dos semanas en Siria. Según los testimonios recogidos por EL PERIÓDICO, Marc fue capturado por un grupo yihadista armado el pasado 4 de septiembre, dos días después de enviar su última crónica como enviado especial a Siria, cuando circulaba con su chófer por los alrededores de Hama. El propio Marc había relatado en una de sus últimas crónicas el creciente poder de los grupos vinculados a Al Qaeda y la inseguridad a la que se enfrentan los periodistas occidentales en Siria, dado el recelo de los movimientos yihadistas hacia ellos.

Marc Marginedas ha sido testigo de las varias tragedias particulares dentro de la tragedia general que se vive en Siria. Y de sus contradicciones. Una de ellas es el apoyo que puedan recibir, en su lucha contra la dictadura de Basahr Al Assad, grupos integristas. Un apoyo que llega directamente de Arabia Saudí y de las monarquías del Golfo, a su vez aliados de Occidente. Quizás por eso los mensajeros como Marc resultan incómodos y hay que buscar la manera de silenciarlos.

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A uno le sobrecoge pensar en la angustiosa incertidumbre que puede estar viviendo Marc. Y uno hace votos para que acabe inmediatamente esta situación, para que el mensajero no sea responsabilizado del horror que han generado otros. Matar al mensajero nunca ha servido para cambiar la realidad.

fran.sevilla@rtve.es