Dos décadas de la edición catalana de EL PERIÓDICO

De todo hace 20 años

Mi amigo me dijo un día algo que no he olvidado: ¿Lo que quiero es poder vivir del todo en catalán¿

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jgblanco38869320 barcelona 13 06 2017 32 000 j venes catalanes inician este170613100156 / JOAN CORTADELLAS

Hace poco me dijeron que se había muerto la señorita Elena. La señorita Elena era mi profesora de tercero de EGB. Llevaba unas gafas de sol con una montura enorme y, según decían, no se ponía nunca falda porque tenía no sé qué problema en las piernas. Aquello de los pantalones era un misterio y una rareza en un tiempo en que las mujeres no solían ir siempre con pantalones. Los pantalones de la señorita Elena eran acampanados, estilosos y de colores pastel. A ella la recuerdo seria y sentada tras una mesa como una isla. Tenía una tristeza secreta, o a mí me lo parecía. Pero de pronto, qué cosas, se arrancaba a cantar una canción de aires andaluces que hablaba del amor entre la luna y un gitano. Quiso que la aprendiéramos. Se llamaba La luna enamorada.

No la había vuelto a escuchar nunca más, ni recordaba que la recordaba hasta que hace un par de años, después de una cena de excompañeras de primaria y de algunas botellas de vino, la hicimos surgir de las catacumbas de la memoria como quien invoca a un fantasma. Un fósil en forma de recuerdo.

Aires lorquianos

En el colegio de monjas de mi infancia, una canción andaluza con aires lorquianos de andar por casa no desentonaba en absoluto. Estaba apunto de empezar la primera campaña de normalización lingüística del catalán después del franquismo, que tenía lema –El català, cosa de tots– y protagonista: Norma, una jovencita rubia con vaqueros y una carpeta bajo el brazo. No hace falta decir que aquella campaña quedaba muy lejos de los intereses de nuestras monjas. A mí Norma me caía bien. Teníamos más o menos la misma edad. Me hizo mucha compañía un poco más tarde, en el tiempo en que en el colegio -en mis colegios, por lo menos- solo se hablaba catalán en los pasillos. Aún pasó tiempo antes de que cambiaran las tornas.

En la facultad de Derecho no recuerdo que ningún profesor hablara en catalán. Salvo uno, uno solo, y a ratos. El catedrático de Derecho civil, mi admirado Jordi Maluquer de Motes, se dirigía al alumnado en catalán solo durante los exámenes. Naturalmente, las clases las dictaba en castellano. Pero durante los exámenes se relajaba. Si el Barça había ganado en los días anteriores, nos perdonaba el caso práctico. Si el Barça no iba bien, no estaba de humor y lo dejaba todo tal y como estaba: castellano, caso práctico y nada que discutir. Y con todo, ya estábamos en el año 1997 y de esto también hace 20 años.

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En aquel tiempo tenía un amigo, que aún conservo, que era -y es- independentista. Había fundado un partido pro-independencia y en las municipales le habían votado 58 personas. Yo también llevaba entonces estelades en la carpeta del instituto. Estaba enamorada de un jugador de básquet cadete que no me hacía ni caso. Me había inscrito en la Associació de Joves Escriptors en Llengua Catalana. Escribía poemas inspirados en Martí Pol y una novela que era un calco grosero de Laia, de Espriu. Mi amigo independentista una vez me dijo algo que no he olvidado jamás: «Lo que yo quiero es poder vivir del todo en catalán». Tal vez también estábamos en 1997, el año en que EL PERIÓDICO se hizo bilingüe. Comenzábamos a ser aquellos que aún no éramos. Ya tocaba.