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"Parte de la población no ve el lastre franquista que le queda por soltar"

A passenger waves from a car displaying a pre-constitutional Spanish flag as it enters the  Valle de los Caidos (The Valley of the Fallen), the mausoleum holding the remains of Spanish dictator Francisco Franco, in San Lorenzo de El Escorial, outside Madrid, Spain, November 20, 2018. REUTERS/Susana Vera

A passenger waves from a car displaying a pre-constitutional Spanish flag as it enters the Valle de los Caidos (The Valley of the Fallen), the mausoleum holding the remains of Spanish dictator Francisco Franco, in San Lorenzo de El Escorial, outside Madrid, Spain, November 20, 2018. REUTERS/Susana Vera / SUSANA VERA (REUTERS)

La dictadura de Franco fue férrea y unipersonal. Cuatro decenios de feroz autocracia autárquica lograron que sus tentáculos se infiltraran en ámbitos existenciales y desataran un eterno vendaval de retroceso intelectual.

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Nacida la incipiente democracia, militares golpistas, policía represora, jueces ejecutores de leyes antidemocráticas y ministros franquistas cambiaron de chaqueta, ocuparon destinos estratégicos en empresas públicas o simplemente conservaron sus cargos.

Así, la ideología retrógrada caló en toda la sociedad y se ancló en el subconsciente colectivo. Décadas después de su muerte, aún nos vigila desde su gélida tumba con tanto vigor que su legado, heredado de padres a hijos, da vueltas perdido entre circunvoluciones y surcos cerebrales.

Por eso, una gran parte de la población no advierte el lastre franquista que aún le queda por soltar y asume con naturalidad actitudes y discursos que, en democracias avanzadas, fundirían los plomos de cualquier cerebro sano.

Subsanémoslo. Ya es hora.

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