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Minutos de silencio: ¿Por qué nos olvidamos de los niños?

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El escritor Fernando Iwasaki, en una columna titulada 'Infanticidios', nos recordaba con horror que, en menos de seis meses, cuatro bebés han sido asesinados en España por sus propios padres (tanto hombres como mujeres). No hay nada más estremecedor que el asesinato de un niño: representa tanto la inocencia como el potencial ilimitado del ser humano. No en vano el pasaje más inmisericorde del Jesús del Evangelio es el siguiente: "Mejor le sería si se colgara una piedra de molino al cuello y fuera arrojada al mar que hacer tropezar a uno de estos pequeños" (Lucas 17,2). 

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Pero la sociedad española no lo entiende así. En septiembre hubo 4 mujeres asesinadas por sus parejas, 46 en lo que va de año. Lo sabemos muy bien: los medios, los políticos y el movimiento feminista nos recuerdan cada caso (y hacen bien) con reportajes de primera, concentraciones y minutos de silencio. Tanto que hace poco dos políticos se peleaban por el contenido de sus respectivas pancartas al protestar por la última muerte. 

Sin embargo, ¿cuántos españoles saben que en el 2019 llevamos más de 17 niños (datos del mes de julio) asesinados? ¿Y que desde el 2012 más de 140 murieron en España por causas violentas? No lo saben porque no hay registro oficial de los menores asesinados, solo se cuentan los que son víctimas de violencia de género (es decir, asesinados por sus padres varones). 

Los medios no nos recuerdan periódicamente: "Llevamos 'x' niños muertos este año". Y, claro, no hay minutos de silencio por los niños muertos: ni concentraciones, ni pancartas con políticos detrás. ¿Cómo es posible? ¿Cabe mayor distorsión de las prioridades morales? Hay una diferencia de grado en la depravación moral -o en la locura- de quien somete a violencia a una mujer adulta y quien lo hace con un niño. Pero la sociedad no lo entiende así. ¿Alguien puede explicarme la lógica o la sensibilidad diferencial tras semejante olvido?

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