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El (mal) estilo de los políticos españoles

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zentauroepp47855913 debate tve190422221627 / REUTERS TV

Julián Arroyo Pomeda

Los elegidos por el pueblo representan a los ciudadanos en la casa de la democracia, el Parlamento o el Senado. Qué menos que mostrar ejemplaridad y defender los intereses de sus votantes. No es esta la regla. Lo que se lleva es la confrontación, el insulto, las interrupciones constantes y el menosprecio del adversario político.

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A finales de abril vimos en televisión los debates a cuatro y a los políticos despedazándose entre sí: "no mienta", "no se ponga nervioso", "yo no he dicho eso", "déjeme terminar", "no me interrumpa". Así el sentido de Estado brilla por su ausencia, se nota el bajo nivel y a muchos les horroriza que nos vayan a gobernar estas personas.

En legislaturas anteriores cada cual echaba el resto por conseguir titulares. Ante la inmersión lingüística en Catalunya, un político dijo que es como dejar que los pederastas campen a sus anchas. Otro llamó "mariposón" al presidente del gobierno de entonces. Se dijo que el presidente Zapatero fue lo peor que le ha ocurrido a la democracia española después de Tejero, así como que Santamaría era una monja novata. Un ex presidente de Comunidad Autónoma estableció que Hitler y Mussolini destruyeron el sistema desde dentro y que esta clase de golpismo también lo practicaba el presidente de la Generalitat. Un ministro del gobierno afirmó que el aborto y ETA tenían algo que ver. Otra ministra dijo ante un escrache que el último acoso conocido es el de la Alemania nazi. Y un periodista afirmó que de tener una escopeta recortada dispararía contra algunos miembros de Podemos, o que "el bebé de Bescansa debe estar en algún contenedor".

Antes tampoco se mordían la lengua los políticos, pero lo hacían con más clase, como Gil Robles cuando, al lanzarle que todavía llevaba calzoncillos de seda, contestó: "No sabía que la esposa de su señoría fuese tan indiscreta". Qué distinto a cuando una diputada abronca ahora a Rufián con "no me guiñes el ojo, imbécil". O un ministro del último gobierno al mismo diputado, diciéndole que en el hemiciclo esparce "esa mezcla de serrín y estiércol que es lo único que usted es capaz de producir".

En el último debate de los aspirantes al ayuntamiento de Madrid, uno acusó a la alcaldesa de la suciedad y abandono de la ciudad y de que no apueste por la cultura. Carmena contestó defendiendo la cultura y el aumento del turismo que llega a la capital, pero el anterior le interrumpió que eso sucedía "a pesar de". "Perdona, no me interrumpas", le pidió Carmena, pero seguía haciéndolo. Y el otro: "Si, sí, pero es a pesar del ayuntamiento". Ni cortesía, ni educación, ni respeto, solo hay que destrozar al otro.

Esto se ve en televisión. No hace mucho había una cadena basura por antonomasia, pero ahora ya lo hacen casi todas hasta producir asco oírlas. Así se habla también en los centros de enseñanza, en titulares de periódicos, en bares y cafeterías, y entre la gente normal. ¿Hasta dónde vamos a llegar en enfrentamientos, bajo nivel y encuentros broncos de la peor baba posible?

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