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Los peligros y oportunidades del juicio al 'procés' como crisis

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En toda crisis coinciden peligros y oportunidades. Este juicio puede ser una prueba de ello. La democracia y sus instituciones pueden demostrar su fortaleza, que no puede ser otra más que las profundas convicciones que se pongan de manifiesto mayoritariamente por las personas que, en primer lugar, constituyen el poder judicial.

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En una democracia representativa los partidos representados por sus dirigentes, comportándose con sentido de Estado o no, tienen un papel crucial y, la última palabra, la tienen los votantes, demostrando una verdadera cultura democrática con un espíritu crítico, sin dejarse engañar.

Las soluciones extremistas que algunos preconizan se pueden calificar benévolamente como demasiado simples para dar buenos resultados en la complejas situaciones de intereses cruzados de nuestra sociedad de hoy en día. Como dice el viejo refrán: 'no hay peor ciego que el que no quiera ver, ni sordo que el que no quiera oír'. O lo que es parecido, quizá peor: solo escuchar lo que nos gusta o creemos que nos puede favorecer o defender de un enemigo creado por la propaganda. O sea, en lo que son maestros los dictadores o demagogos de todo signo.

El peligro de seguir dividiendo a los ciudadanos, aunque para ello haya que desacreditar y torpedear las medidas que la mayoría siente como justas y posibles pero solo dignas de apoyar si son propuestas por el grupo ideológico que creo me representa, es abonar el terreno a  los autoritarismos, que benefician, primero y casi en exclusiva, a los dirigentes y a los poderes no otorgados por las urnas.

Está en juego el sistema democrático, el representativo, el menos malo de los sistemas de gobierno que nació en la antigua Grecia, para beneficio de la élite, pero que se ha ido transformando para ser cada vez más inclusivo y extenso geográficamente. Hay mucho camino por recorrer por lo que, si damos pasos atrás, será todavía más difícil continuar avanzando.

Los que quieren conscientemente suplantar la democracia, desde la extrema derecha o desde la extrema izquierda, o desde miopes nacionalismos egoístas, no son mayoría, pero los inconscientes que muchas veces les prestan apoyos son muchos más de lo deseable. Los que veamos el peligro, aprovechemos la oportunidad de salir de la abstención y votar con sentido responsable.

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