Europa: ¿esperanza o fe?

Europa, entendiendo por ello la parte democrática de ella, se lavó las manos ante el preludio de la Segunda Guerra Mundial que tuvo lugar en China con la invasión a sangre y fuego de Manchuria por los japoneses y en España con la Guerra Civil de 1936.

Europa, las democracias consolidadas de Francia y Gran Bretaña, se quedaron mirando como los fascistas alemanes e italianos masacraban a los demócratas españoles. Hitler se frotaba los ojos de estupefacción ante la total inacción de las mencionadas democracias, cancha libre para sus futuros movimientos en el viejo continente. Todos los demócratas pagarían un precio  mucho más caro después.

No podemos esperar mucho de Europa. Yo viajo frecuentemente por trabajo y la imagen que se refleja del tema catalán es que se trata de un conflicto menor que no compete ni interesa al 99% de la población europea (no nos llamemos a engaño). Europa sigue viendo como los partidos de extrema derecha van inundando el ideario, su espectro se va agrandando, mientras ellos todavía tienen el jabón en las manos. Es una Europa a la que ya no tengo demasiado interés en pertenecer ya que, en líneas generales, sólo veo objetivos espurios, y salvo excepciones,  el panorama es desolador.

De Europa, como mucho, podríamos esperar que, dentro de unos años, el famoso Tribunal Europeo de Derechos Humanos haga una declaración sobre el juicio al procés en el sentido de que no fue justo; no irán mucho más allá. No creo que a la España del “a por ellos” y del “¿qué hablas catalán?” le importe en absoluto lo que el mencionado tribunal opine.

Y para acabar con una reflexión: para que el mal triunfe, sólo es necesario que los hombres de bien pierdan el tiempo lavándose las manos.