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"En ese país llamado fracaso, lo insustancial es lo más valioso"

Chica sentada en el suelo.

Chica sentada en el suelo. / 123RF

Se han hecho una foto y no se sabe cómo fue, pero salió movida. La razón más probable es que la tierra da vueltas, tal es su oficio. ¿Cómo se podrá vivir con una vida tan vacía? ¿cómo se puede hacer para vivir sin ella? ¿Cincuenta años llenos de nada, persiguiendo sombras como moscas odiosas en verano?  

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Aunque no hay nada más bueno que tener un lugar donde regresar, a ellos se les rompió su bola de cristal, les traicionó el destino, y el futuro se les olvidó aparcado en la esquina de un mundo creado por unos cuantos para trabajar, consumir y votar. Cuando todo esto falla, la cosa se tuerce.

El tiempo anda despistado y ya no saben si es de madrugada o de noche, si lunes o domingo. Apenas ven de tan borrachos que hasta hacen reír a la concurrencia. Román avanza hacia atrás, porque más pasos da hacia atrás que hacia adelante, vacía el brick en su boca y piensa en su  hijo preso, y se echa a llorar, ¡quién no lo haría!

José, su hermano de la calle, en otro tejemaneje de botella barriguda grabada en motivos barrocos, retrocede conmovido por el llanto y moviendo el alma y los pies, y aunque sus pasos van al contrario, da un giro -propio de artista que vale- y vira con arte sin caer de su eje, llegando por fin para susurrarle al amigo: "Yo no lloro porque no tengo recuerdos que me ladren". Es entonces que me llegan las palabras de mi madre cuando de pequeño me decía: "Pobres, el llanto no recupera a los muertos…".

A la tercera ronda la cosa adquiere un encanto hipnótico, no hay nada como el calor de un bar en medio de la tormenta. Un hogar lejos del hogar y una muerte que los escucha y se llevará sus gritos, porque la noche, dicen, aleja las penas. Dan gracias, se les ve viciosos cuando se proclaman hombres libres en este mar infestado de tiburones, esos bichos no quieren competencia.

Cuando se bebe demasiado parece que la felicidad está más cerca, aunque se acabe de un trago. Como en una comedia ligera, esta vecindad de chiflados anda cruzando el camino en sentido inverso. Habrá que reírse en serio y eso jamás lo comprenderán los ricos porque desde su riqueza creen que es inútil dedicarles tiempo y recursos. El 35% de las personas que beben y al mismo tiempo consumen droga sufren un alto nivel de suicidio.

Para estos niños huérfanos, recomponer algún equilibrio roto llega a ser una heroicidad tan grande que cualquier olvido de nostalgia es recibido como una bendición. Lo contrario es esconderse bajo el ruido y sepultarse en la vergüenza. 

En ese país llamado fracaso, lo insustancial es lo más valioso, y aún perdiendo casi todas las batallas, poder darle vida al vacío es un milagro que se saborea lentamente, sorbo a sorbo. Asomarnos a ese paisaje roto para recoser heridas quiere decir que aún se puede dar sombra, calor, fresco  y luz.

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