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El drama del racismo institucionalizado

Racismo institucionalizado. Malos tiempos para quienes somos diferentes; estamos asistiendo a la criminalización de los que no pertenecemos a la mayoría, de quienes partimos con unos orígenes culturales propios. Estamos orgullosos de tenerlos, de quienes los heredamos y de conjugar a diario dos o más culturas, conscientes de su importancia y riqueza, y por lo tanto, dándoles su valor. Pero, al parecer, pese a que a priori la ley nos ampare, a diario continuamos sintiéndonos foráneos.

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Da igual cual haya sido tu trayectoria personal en esta tierra, que pagues tus impuestos, respetes las leyes o que incluso en tu DNI compartas la misma nacionalidad. Todo queda en nada en cuanto entras en un establecimiento y tu color de piel es más oscuro, cuando llevas velo o cuando hablas tu idioma materno con tu madre. Allí es cuando pierdes tu estatus de ciudadana y pasas a convertirte en sujeto sospechoso. Y te persiguen por la tienda, acosando, violentando. Y si se te ocurre denunciar, tus derechos van a la basura, archivados por la justicia.

Eso te recuerda que jamás serás ciudadano de pleno derecho. Tú siempre acabas perteneciendo a otra clase social, a la ciudadanía subordinada, a la que debe agachar la cabeza y callar; porque sigues siendo foránea. Y la justicia te lo recuerda: jamás serás de los nuestros.

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