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La burocrácia y el beneficio empresarial de la sanidad privada

 

  / DANNY CAMINAL

Soy funcionario y, después de varios años siendo atendido por el sistema sanitario de la Seguridad Social, opté en enero de este año por adscribirme a una entidad privada de servicios médicos. Se suponía que esto aliviaría mis tiempos de espera para recibir la atención médica cotidiana, necesaria para una persona de 59 años de edad, que ha llevado una vida saludable, pero que no puede rehuir los achaques propios de la madurez.

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Pues bien, he ido descubriendo que tras el contrato inicial, suele haber un segundo contrato de la entidad con los centros de negocios que administran las infraestructuras sanitarias, un tercer contrato de esos proveedores con los gabinetes médicos especializados que organizan los servicios por competencias y, generalmente, un cuarto contrato de esos gabinetes con el médico que, como trabajador autónomo, atiende a los pacientes.

Cuatro contratos comerciales, cuatro burocracias privadas, con el objetivo legítimo de obtener un beneficio empresarial, enganchadas a la relación del médico con su paciente. Y todavía pretenden asegurar que son más funcionales que la sanidad pública, mi experiencia me dice que eso no es verdad.

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