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Aquel maravilloso verano de 1992

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Todo empezó hace mucho tiempo, en una tierra no muy lejana. De  hecho, cerca de casa. Casualmente encontré un grupo que pedía voluntarios para la candidatura de los JJOO de Barcelona. Me  resultó simpático y me inscribí, pensando que lo único que hacía era respaldar la iniciativa, sin más implicación.

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Luego, la alegría de la concesión de los JJOO en Barcelona, ¡qué maravillosa sorpresa! Pasó un  tiempo hasta que empezaron toda una serie de actividades encaminadas a la que sería la tarea de voluntariado olímpico: formación en la historia de las JJOO, la ciudad de Barcelona y, en mi caso, la subsede de L'Hospitalet de Llobregat y otros temas relacionados. Visitas a las instalaciones del Estadi Olímpic y el Palau Sant Jordi, entre otros lugares clave, y la participación en algunas actividades lúdicas, como la de voluntario en el Festival de la Infància y la Joventut, otra en un 'meeting' de tenis júnior...

Y por fin, los Juegos Olímpicos, mi bautismo de fuego (nunca mejor dicho),  portando la antorcha olímpica durante 500 metros, a la entrada de Martorell. ¡Qué  nervios, qué alboroto a mi alrededor! Recuerdo que pasé por la carretera, con poquísima luz, para entrar por una calle llena a rebosar, con una luz cegadora y un ruido enorme, por el griterío de la  multitud. Y, tras un breve momento de confusión, recuperé la visión y me encontré con TV-3, a pocos metros delante de mí, grabándome. ¡Aquel dia salí durante  siete segundos por la tele!

Durante los JJOO estuve destinado como voluntario en el control de accesos del Tenis Vall d'Hebron. Disfruté de decenas de anécdotas, algunas simpáticas y otras, no tanto, pero me quedo con las buenas: ¡Conchita Martínez me saludó, a mí directamente, no fue un error! Me quedé tan sorprendido que ni fui capaz de decirle ni "hola". En otra ocasión, un  periodista del 'USA Today' me preguntó algo en inglés. Puede que algún día descubra qué me pregunto, pero aún no lo he logrado averiguar. Otro día, controlando  un acceso, oí tras de mí la petición de paso de alguien "solo para echar un vistazo". ¡Qué pesados se ponen!, pensé y, al darme la vuelta para negarle el paso una vez más, me encontré con una de las tenistas de la selección  americana, y no supe decirle que no.

Conocí a muchos colegas de voluntariado, y lo pasé fenomenal. Ni siquiera recuerdo haber pasado calor -que seguro que lo pasé- de lo  buena que me resultó la experiencia. Pero todo acaba. O no, pues los  buenos recuerdos perduran y nunca olvidaré ese maravilloso verano del 92.

 

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