"Aun sin coronavirus, acabarán por obligarme a confinarme de nuevo"

Cuando llegó la pandemia, que aún no era tal, yo estaba en activo, es decir, trabajando. Afortunado de mí. Con las primeras noticias de infectados en los contactos de los compañeros de trabajo decidí, sin que nadie me lo pidiera, teletrabajar -nueva palabra-. Porque podía. Afortunado de mí.

Llegó el estado de alarma. La primera represión. Y cumplí con ella. No salgas, no te relaciones. Tu familia y seres queridos (no son conceptos excluyentes), bien lejos. "Telerrelaciónate". No me muevo de casa por precaución, no viajo, tengo la playa a 500 metros -contados- y no la frecuento, al contrario que otros que venían desde más de ese famoso kilómetro. Nunca vi tanto gentío en mi solitaria calle.

Luego llega la desescalada con la absurda novedad de las Áreas Sanitarias y soy de los últimos en poder desplazarme. No he ido a bares o restaurantes, y no porque no pueda sino para evitar riesgos. Para no transmitir lo que no tengo. Ahora me obligan a ponerme la mascarilla en espacios abiertos y con distancia; si no, me multan. Pero si voy a una terraza o un bar podré quitármela.

¿Qué he hecho mal? ¿Acaso tengo el virus y no me he enterado? ¿Soy yo el que contagia si no soy contagiado? ¿Por qué estoy pagando la irresponsabilidad de otros? ¿Por qué no se multa a los que no respetan la distancia, a los que no han llevado mascarilla y se han desplazado y han contagiado, a los que han contratado temporeros y los han dejado dormir en la calle, a los que han 'huido' a sus segundas residencias y se han relajado...?

Creo que ya sé la respuesta: porque soy yo quien tiene el coronavirus, no el covid-19, no -toco madera desinfectada-; ese otro que no sé dónde c... lo he agarrado. Y que me obliga ahora a llevar mascarilla a tutiplén y, quién sabe, tal vez en unos días me confine de nuevo y no pueda viajar ni ver a mi familia.