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"El 1 de abril, la mejor fecha para desmantelar la parafernalia fascista del Valle de los Caídos"

Jesús Pichel

Saliendo de Madrid por la A-6, a pocos kilómetros, ya se ve a lo lejos la Cruz del Valle de los Caídos, recordatorio monumental de los vencedores de la Guerra Civil y del fascismo que sufrimos. Han pasado 40 años desde la Constitución -43 desde la muerte del dictador- y ahí sigue, amontonando cadáveres anónimos extraídos de fosas comunes y honrando al fundador del partido fascista, la Falange, y al dictador, enterrados ambos en terreno sagrado.

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"La dimensión de nuestra cruzada, los heroicos sacrificios que la victoria encierra y la trascendencia que ha tenido para el futuro de España esta epopeya, no pueden quedar perpetuados por los sencillos monumentos con los que suelen conmemorarse en villas y ciudades los hechos salientes de nuestra historia y los episodios gloriosos de sus hijos". Así empieza el Decreto, de 1 de abril de 1940, que dispone construir en cuelgamuros, un lugar perenne de meditación, en que lo grandioso de la naturaleza ponga un digno marco al campo en que reposen los héroes y mártires de la cruzada.

Es fácil de entender leyendo el decreto que el monumento -basílica, monasterio y cuartel de juventudes (la gigantesca cruz fue remate del nacionalcatolicismo)- no es para honrar a los muertos en la Guerra Civil, sino para perpetuar la memoria de los que cayeron en nuestra gloriosa cruzada, y formar espiritual y paramilitarmente a las futuras generaciones. De los otros muertos, de los vencidos, no hay ni una palabra en el decreto del dictador -allí enterrado pese a haber muerto en la cama. No es el monumento a las víctimas, sino el de la soberbia del Víctor, disfrazada de duelo fúnebre.

El 1 de abril de 1940 se publicó el decreto. Un año antes, el 1 de abril de 1939, se comunicó el último parte de guerra -cautivo y desarmado el ejército rojo. El 1 de abril de 1959 el dictador inauguró el monumento. Quizá un 1 de abril fuese la mejor fecha para desmantelar toda esa parafernalia fascista y dignificar debidamente a las víctimas comunes allí amontonadas.

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