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Los jóvenes, los que luchan por cambiar el mundo

Concentració d’indignats a la plaça de Catalunya, la tarda del divendres.

Concentració d’indignats a la plaça de Catalunya, la tarda del divendres. / JULIO CARBÓ

El género, la edad, y el origen, privilegios que creíamos históricamente superados por  el desarrollo y la globalización nunca lo han estado, y son percibidos por quienes los sufren como factores determinantes en el acceso desigual  al desarrollo y la autonomía personales. Por eso siempre son los jóvenes, hombres y mujeres, de segunda o tercera generación inmigrantes los que ponen en cuestión, rechazándolos de manera visceral, sin razón aparente, los sistemas de integración social consolidados.

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Creo que lo que está pasando en  la ‘banlieue’ parisina tiene mucho de rebelión profundamente humana, producto del hartazgo vital de los hijos de la sociedad del consumo, a los que no queda nada por construir, pues reciben todos los productos acabados y perfectos, pero más alienantes que nunca, pues apenas poseídos ya deben ser sustituidos por otros más novedosos y socialmente más significativos. 

Desde un estado mayor de necesidad, por haber sido inducida, estos jóvenes reclaman a su manera la reconstrucción de la dignidad humana. Reivindican su condición de seres sociales, con capacidad para reconocer y superar sus limitaciones, sin tener que soportar una excesiva sumisión a los otros hombres. Hasta ahora la rebeldía no llegaba más allá, no suponía una alternativa, no parecía suficiente para poner en jaque un sistema social y político ya caduco; el gueto, el apartheid, parecía la respuesta institucional más cómoda y eficiente; la irrupción del fanatismo religioso introduce un elemento que distorsiona aún más el caos consentido, que, a partir de ahora, empieza a ser imprevisible.

Los jóvenes, al enfrentarse cara a cara con la policía, cuestionan la seguridad aparente que les otorga la fuerza bruta institucionalizada en unos barrios, ciudades y países, donde el anonimato es la norma y que cada vez son más ajenos para quienes los habitan. La seguridad seguirá siendo el gran argumento para la demagogia electoral durante los próximos años en los 27 países de la UE, esperemos que esto no impida atajar las desigualdades y la falta de cohesión social que están en el fondo de los problemas.

Los jóvenes menos alejados de su origen animal, menos socializados, regresan fácilmente al salvajismo, viaje de retorno que todos deberíamos hacer alguna vez, para buscar la parte menos mansa de nosotros mismos, y no soportar determinadas actitudes de quienes nos dirigen.

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