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"Fui una flor del 'HOLA' de la inauguración de los Juegos"

Óscar Martínez

Yo fui una de las flores que hicimos el 'HOLA' de la inauguración de los Juegos. Aunque actualmente soy crítico con este tipo de eventos, recuerdo que fue una gran emoción poder participar durante los primeros segundos de lo que sería el saludo y bienvenida de la ciudad al resto del mundo. Esos tres primeros minutos de la inauguración los ensayamos durante los seis meses previos. De un pomo de flores en el centro del estadio pasábamos a otros pequeños, y luego, cada uno se situaba en su letra. Yo me situaba en la pata izquierda de la A.

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Hicimos ensayos con mucho frío a principios de año, algunos incluso con algo de lluvia y viento con la dificultad que conllevaba. Tres metros de flor anclada a la espalda supuso más de una caída que, de darse el 25 de julio, suponía poder llegar a ser la anécdota de la inauguración puesto que era literalmente imposible levantarte del suelo sin ayuda de alguien.

Durante los ensayos comimos bastantes pizzas y alitas de pollo, así como algunos 'snacks' para que nadie sucumbiera al enorme calor durante las horas de espera en el campo de hockey hierba antes de que nos tocara el turno del ensayo en el Lluís Companys.

En algunos momentos tuvimos la sensación que no habíamos tenido el reconocimiento que el resto de voluntarios que tuvieron tareas más cercanas a los atletas, más vistosas durante los juegos. Nos regalaron una camiseta, un pin, una entrada para un ensayo y el mono verde con el que hacíamos de tallo de la flor. Actuamos los tres primeros minutos de los mejores Juegos de la historia y en el minuto 15 posiblemente ya estábamos en la plaza de España saliendo de un autocar. De hecho, fuimos los únicos barceloneses que no pudimos ver la inauguración hasta que llegamos a casa. Y nunca más se supo. Ni una carta de agradecimiento.

Muchísimos fines de semanas hicimos jornadas de muchas horas en el estadio olímpico y eso dio para muchísimas anécdotas. A medida que se acercaba las fechas la seguridad se volvía más estricta y recuerdo el día que tuve que pedir permiso a un militar con metralleta para ir al lavabo. También recuerdo que minutos antes de entrar al estadio estuvimos por casualidad con Epi.

Aparentemente nuestra función vestidos de flor era sencilla. Pero las marcas en el suelo para hacer con exactitud los movimientos cada vez eran más pequeñas para que no fueran visibles. Además, se introdujo la lona azul en el suelo que, tenía un impacto visual muy televisivo, pero era resbaladiza y hacía menos visibles las marcas. Recuerdo como en el último ensayo general, una semana antes del gran día, nuestra letra A salió algo extraña y diferente a como la habíamos ensayado decenas de veces, cosa que incrementó la emoción. No había tiempo para más ensayos.

Reconozco que todavía se me pone la piel de gallina al ver el vídeo del HOLA. Y es que entrar a un estadio olímpico el día de la inauguración de los Juegos Olímpicos de tu ciudad y situarse en el centro esperando a que conecten todas las televisiones del mundo es un instante excepcional. Te da tiempo a mirar el palco e incluso localizar personajes y autoridades. Con la emotividad que suponían esos momentos para cualquier barcelonés, te da tiempo a mirar al cielo e imaginar que todo el planeta va a estar pendiente de los siguientes minutos. Constantino Romero era nuestra privilegiada voz de aviso de que empezaban las olimpiadas y nosotras íbamos a ser la primera imagen: HOLA! HOLA! HOLA!.

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