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Barcelona, un inmenso pipican

 

  / RICARD CUGAT

Manuela Rosero cassie hack

En respuesta a la carta de Guillermo Moya, quiero decir que no es excusa que, por el hecho de que otros ensucien y sean poco cívicos, los dueños de perros tengan coto privado para ensuciar con su perro todo lo que quieran. Le recuerdo que los dueños de los canes son humanos y que entre ellos hay personas educadísimas y limpias y otras que no tanto. A la vista está por la suciedad que dejan.

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El problema es que se ha normalizado la práctica de que los perros hagan sus necesidades en la calle, y es una práctica que hay que suprimir ya. Urgen medidas para acabar con sus orines por todas partes, que hacen que todo se oxide y huela mal. Si paseas con niños pequeños, has de ir con especial cuidado para que no toquen las fachadas llenas de orines. En cualquier zona con césped encuentras también orines y cacas, que muchas veces y aunque se recojan también dejan restos, con lo que es imposible disfrutar de los parques con tranquilidad. Por cierto, en muchos de ellos con señales de prohibición de pisar el césped. No se respetan ni los cercados para niños pequeños. La playa de Barcelona, en invierno se ha convertido en un inmenso pipican. Hay alternativas  y soluciones para que los perros hagan sus deposiciones en el domicilio de su dueño o en los lugares habilitados para ello. Lo que es voluntad política.  

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